Si existiera un termómetro del nivel de preocupación que tienen aquellos agentes económicos que están enterados y entienden los hechos políticos y financieros, seguro que hoy estaría marcando niveles altos de estrés.
En Estados Unidos el índice VIX solo mide lo que se anticipa para el S&P 500, pero se acerca mucho a indicar el ánimo de volatilidad en el resto de los mercados.
Otro de los “canarios en la mina” tradicionales es el precio del oro, que se altera con facilidad ante noticias relevantes, algunas no llegan a tener consecuencias de mediano o largo plazo, pero sí mueven esa cotización.
En México, el índice de confianza del consumidor es más parecido a una opinión político-electoral que a un indicador del estado del mercado y, en todo caso, las operaciones cambiarias del peso frente al dólar cumplen con ser esa brújula que anticipa momentos relevantes.
Por lo pronto, en este momento, las operaciones del peso frente al dólar sí son un reflejo de un nerviosismo presente en muchos de los participantes de este mercado.
Hay que borrarse de la cabeza lo que sucedía con la paridad cambiaria hace unos 30 años cuando era altamente volátil ante cualquier circunstancia interna, por mínima que fuera.
Pero también hay que dejar de pensar ya en ese peso, referente de los mercados emergentes, que había logrado una posición de respeto internacional, por no presentar factores internos de gran preocupación.
El México de este siglo previo al populismo desarrolló una divisa de confianza mundial, que reflejaba, sí, con relativa facilidad, los problemas globales, pero que no implicaba riesgos financieros o políticos locales.
Hoy tenemos que pensar en el peso como un híbrido entre una moneda que mantiene alta operatividad en los mercados internacionales, pero que ha acumulado temas de preocupación local que los tenedores de pesos mexicanos deben considerar al momento de evaluar sus carteras.
Por lo pronto, hoy el peso es un inevitable termómetro de todos los conflictos globales y sus consecuencias, más los temores de orden local, desde las repercusiones del eventual triunfo de Donald Trump en las elecciones del 5 de noviembre hasta la destrucción democrática en marcha a manos del régimen actual.
No hay una cotización objetivo para el tipo de cambio, las voces más autorizadas del Banco de México aseguran que no hay un traspaso de la depreciación cambiaria de los últimos cuatro meses a la inflación y son muy pocos los mexicanos que resienten en sus bolsillos las consecuencias de un mayor gasto por sus desembolsos en dólares.
Al contrario, hay muchos exportadores que esperaban con ansias esta corrección que afectaba sus márgenes de operación cuando se compraba un dólar por debajo de los 17 pesos.
El punto es que, como termómetro, lo que nos indican las presiones cambiarias es que hay incomodidad por lo que sucede en torno a nuestro país.
No hay nada que podamos hacer respecto ante cualquiera que sea el resultado electoral en Estados Unidos y el régimen está decidido a terminar con las autonomías y la independencia judicial, cargándose con ello buena parte de la democracia mexicana.
Entonces, en este termómetro, como en el de la temperatura ambiente, no podemos cambiar las circunstancias, pero sí prepararnos para la tormenta.
@campossuarez