Lo primero que tenemos que saber del resultado de la elección estadounidense dentro de ocho días es que no hay un desenlace que pueda ser ideal para los intereses de México.
Mucho menos en estos momentos en que nuestro país ha decidido tomar un camino político fácilmente cuestionable por cualquier país que tenga intereses económicos o financieros con México, mucho más Estados Unidos que tiene incluso una dependencia comercial de este país.
En las formas, lo que más conviene a este país es que triunfe la candidata demócrata, Kamala Harris, porque evidentemente la relación entre dos mujeres presidentas sería más cordial que tener que enfrentar a la mandataria mexicana a los desplantes misóginos del republicano Donald Trump.
Al final, eso es lo de menos, ¡cuántos sapos tuvo que tragar Joe Bien con las formas del impertinente expresidente López Obrador!
Hay otros asuntos que son mucho más significativos que se habrán de notar más si el triunfo es demócrata o republicano.
En la migración no hay duda de que Trump llegaría a provocar pánico en una comunidad que genera una actividad económica que puede ocasionar un boquete económico, sobre todo en el sector servicios.
La campaña de deportación más grande de la historia que pretende Trump no sería una actuación de la demócrata Harris, sobre todo porque su bastión electoral son los “Estados santuario”.
En temas de seguridad y narcotráfico es de esperarse una continuidad, pasiva, del lado demócrata contra acciones más radicales del lado republicano, que seguro provocarían discrepancias muy importantes con el gobierno mexicano.
Pero, la mayor de las amenazas en la relación bilateral se daría por la parte comercial.
En términos prácticos, México es una gran ventaja para Estados Unidos, porque implica una importante reducción de costos de manufactura, en un país que está muy lejos de imponer condiciones como lo hace China.
Sin embargo, esta relación comercial con el vecino del sur es una bandeja de plata para darle salida a sus respectivos temas políticos.
Desde la visión de Trump, ajustar cuentas nacionalistas para satisfacer las promesas que hace a los trabajadores de su país y para la visión de Harris, obligar al cumplimiento de las agendas ambientalista y laboral que se mantienen laxas en el T-MEC.
Ahora, cualquiera de los dos candidatos presidenciales estadounidenses tendrá como un asunto central que el gobierno mexicano ha decidido interrumpir su trayectoria democrática e institucional.
México parece fuera del radar de la administración de Joe Biden y desde Washington han obviado la trascendencia de los cambios tan radicales al sur de su frontera, pero seguramente que esa no sería la actitud de ninguno de los dos eventuales ganadores de las elecciones.
México, pues, no tiene un candidato favorito. Los mercados anticipan menos consecuencias, o una menor estridencia, con Kamala Harris. Sin embargo, no parece que la relación pueda mantenerse tan tersa como en otros tiempos.
Por lo pronto, esta semana que falta y los días posteriores a la jornada electoral estadounidense serán de alta volatilidad en los mercados, el tipo de cambio será un indicador de bandera de qué tanta preocupación hay por uno u otro resultado.
@campossuarez