Este año, nuestro peor miedo es nuestra sombra.
Ayer se conmemoró la Noche de Brujas, como cada año. Aquella efeméride donde salimos disfrazadxs a bailar, sufrir espantos o nos quedamos en casita, gozando de nuestro escalofrío de preferencia.
Sin embargo, este año nos dimos cuenta de nuestro peor miedo. Al parecer no son ni fantasmas ni demonios los principales causantes de nuestra histeria. Resulta que lo más aterrador es el odio que nos tenemos a nosotrxs mismxs.
Eso es lo que nos revela el éxito de La Sustancia, la película de terror corporal de Coralie Fargeat. Porque la premisa en sí es muy real. Por culpa de los crueles e irreales estándares de belleza, ¿cuántas mujeres no se han sometido a cirugías plásticas, dietas extremas y problemas de salud mental severos? Y aunque no esté tan hablado aún, los hombres también sufren de distrofia corporal. Estoy seguro que no soy el único que se encoge de hombros al ir a la zona de pesas y ver cuerpos “muchos mejores”, mientras a duras penas puedo levantar 5 kilos.
La cinta en cuestión es una alegoría sobre odiar nuestra “peor” versión, pero todo el tiempo solo dan ganas de gritarle a Demi Moore “¡pero qué haces! ¡Eres hermosa tal cual eres!” Su mensaje realmente se queda con lxs espectadores.
No es casualidad, por tanto, que Lady Gaga haya sacado a la luz su más reciente sencillo y que hable de estos temas. “Disease”, una canción de dance pesado, nos relata la lucha en contra de nuestros demonios, y que solo hacer las paces con el dolor curará nuestra “enfermedad”. El video musical, con tintes góticos, muestra diferentes versiones de la cantante luchando entre sí. Una de ellas, vestida de gala negra, escupe con sangre color petróleo a una Gaga limpia y retorcida, pero libre de bailar a solas por el asoleado y desolado vecindario. Es una metáfora poderosa, capaz de hacer eco en nuestras inseguridades.
Después de una era en donde se nos atoró el positivismo en todos lados e himnos de amor propio sonaron por doquier, ahora dejamos de romancear el estar solx, y le estamos haciendo cara a nuestros defectos. A cómo las redes sociales nos han aplastado la autoestima. A cómo la soltería no siempre es gratificante o liberadora. A cómo nuestra propia compañía y discurso puede ser sofocante. Qué brujas ni qué nada: una hora mirándonos en el espejo nos hace gritar como nunca. Pero está en nosotrxs reparar el daño.
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