No es que la última votación de la Suprema Corte, la que, con el voto en contra del ministro Pérez Dayán, deja la elección de jueces tal cual y, de hecho, le entrega casi formalmente el Poder Judicial a Morena y compañía, cambie mucho las cosas.

En el escenario más probable, un triunfo de la propuesta del ministro Alcántara, centrada en que sólo las élites judiciales, con los ministros a la cabeza, fueran elegidos popularmente, hubiera conducido a un desacato del chairismo en el poder, desacato cuyas consecuencias hubieran sido, en lo práctico, iguales a cero, como ya tendríamos que saber a estas alturas: el oficialismo es dueño del país, es decir, perfectamente impune, y lo sabe.

Ahora bien, el establishment ni siquiera hubiera necesitado llegar a ese extremo. Podía limitarse a esperar un poquito a que la Presidenta eligiera al nuevo ministro, porque ya tocaba recambio, y a lo que sigue. Es una opción que seguramente ni barajaron, porque el chiste es hacer exhibiciones de poder y bulear opositores, pero era un as bajo la manga, uno más. En fin, que el cuartelazo contra la división de poderes estaba sentenciado.

Con todo, la sorpresita de la votación de antes de ayer no carece de peso, porque se confirma que en este país, básicamente, la oposición del tipo que sea equivale a poco menos que nada. Primero, la derrota categórica en las urnas. Luego, la confirmación de que no contamos con los órganos electorales, que le entregaron graciosamente la súper mayoría a Morena y sus aliados. Luego, Yunes.

Mientras tanto, Marko Cortés se va a hacer oposición a España, lo que ya nos explica en qué niveles anda el PAN. Bueno, pues ahora resulta que tampoco podemos contar con la Suprema Corte, que en efecto había frenado varias de las acometidas del licenciado López Obrador, en una puesta en práctica de lo que en otros países llaman división de poderes, y que aquí, desde hace rato y en adelante, se llama “corrupción del Poder Judicial”, “golpe de Estado blando” o, mamonamente, “lawfare”.

Cómo estarán las cosas que, al margen del sano y necesario ruido que meten figuras como Lilly Téllez, Damián Zepeda, Roberto Gil y algunos más, lo que nos queda es ver cómo Alito Moreno encara a Fernández Noroña, que vuelve a confirmar que la confrontación real no es lo suyo, y cómo nos recuerda que el PRI, en la Cámara Alta, fue el único que votó en bloque contra la chairización nacional.

En pocas palabras: estamos huérfanos. Ah, y ganó Trump. Que su semana termine de maravilla.

 

     @juliopatan09