Creer que México tendrá en Donald Trump un amigo, o de perdida un aliado, es de una candidez espeluznante.

 

Solo hay que seguir sus discursos de campaña y su gestión como presidente de Estados Unidos hace 8 años, para conocer que el nuevamente electo Ejecutivo estadounidense volverá más “recargado’’.

 

Ayer, el empresario tuvo una charla con la presidenta Claudia Sheinbaum; la primera que sostienen de manera oficial, aunque Trump asumirá hasta enero del próximo año.

 

Sheinbaum dijo que la plática fue cordial y que acordaron trabajar por el bien de ambas naciones.

 

Es decir, nada del otro mundo.

 

Pero, después de la charla con la mandataria mexicana, Trump ofreció varias entrevistas a medios estadounidenses a quienes expresó que en su primer día en la Casa Blanca ordenará el cierre de la frontera “para los ilegales’’, que “combatirá a los cárteles del narcotráfico’’ (mexicanos, desde luego, porque a los de allá ni los ven ni los oyen) y que firmará una orden ejecutiva para que los recién nacidos en EUA, de padres indocumentados, dejen de recibir la ciudadanía en automático, como ocurre hasta hoy.

 

Si Trump cumple esas amenazas, el país más afectado será México, por supuesto.

 

No se puede tomar a la ligera la advertencia, pues el presidente electo estadounidense tiene la presión de muchos grupos nacionales y ultraconservadores que le exigirán que cumpla sus promesas de campaña.

 

Trump aplicó la tesis de “divide y vencerás’’ en su campaña, lo que dejó una sociedad altamente polarizada, pero una parte de ella le confirió no solo el triunfo presidencial, sino el control total del Congreso.

 

Algo así como lo que pasó en México hace unos meses.

 

El empresario manifestó su rencor a los regímenes “socialistas’’ que “solo traen pobreza’’, en un mensaje que el Gobierno mexicano consideró que “no le aplica’’.

 

Trump podría, como ya advirtió, pasarse el tratado de libre comercio por el arco del triunfo alegando que el pueblo “güero y sabio’’ votó por proteger a la industria nacional y sus empleos, y nadie le podría decir nada.

 

Porque Trump, señalado por varios delitos federales, demuestra con su triunfo que a él y a sus simpatizantes no les pueden salir con que “la es la ley’’.

 

Ya la presidenta Sheinbaum dijo que no cunda el pánico.

 

Bueno, no todavía.

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Lo que sucedió con la terna para la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, o sus despojos, se repetirá sí o sí en la selección de los candidatos a jueces y magistrados.

 

Según la sesuda explicación de Javier Corral, en la terna no se inscribieron los perfiles mejor evaluados, que se supone que eso era lo que debía hacerse, sino que también hubo “trabajo político’’, es decir, las opiniones de los grupos parlamentarios.

 

Es así que por ese “trabajo político’’, más bien consigna, se bajó de la terna a la segunda mejor calificada y se subió a la peor evaluada, Rosario Piedra Ibarra.

 

Ni siquiera debería estar en ese lugar, no solo porque solo obtuvo un voto o un punto en su evaluación, sino porque presentó un documento falso en donde supuestamente el obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera, le daba su apoyo.

 

¿Qué garantía hay o qué garantías existen para que en las listas de candidatos a jueces, magistrados y ministros no estén los “recomendados’’ por las fracciones partidistas en el Senado?

 

Ninguna, ninguna, ninguna.

 

      @adriantrejo