Silvia Pinal acababa de compartir pantalla con Pedro Infante y Sara García en El inocente. Era 1956, y la primera actriz acababa de cumplir 25 años. Casi al mismo tiempo, en otro punto de la ciudad, Diego Rivera pintaba un retrato de ella que quedaría para la posteridad.
Aún faltaban algunos años para que su carrera junto a Luis Buñuel tuviera el ascenso meteórico que fue sería el protagonizar Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto, pero el muralista mexicano ya se había ofrecido a retratarla en un cuadro pintado por sus propias manos.
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Los registros y las declaraciones indican que fue en 1956, en la casa estudio ubicada al sur de la ciudad, en San Ángel Inn, donde Diego Rivera retrató a la joven actriz.
En ese cuadro, del que Silvia Pinal dijo sentirse aliviada por no haber pagado un sólo peso por él, se ve a la recién fallecida actriz mirando casi de frente al artista, con su cuerpo en diagonal, vistiendo un vestido negro que dejaba al descubierto la parte más alta de su torso y, en el espejo que hace de fondo en la pintura, la figura de su espalda que Rivera retrató para resaltar la belleza de la actriz mexicana.
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Según el registro de la cuenta de Instagram de Silvia Pinal, Diego Rivera expresó, en octubre de 1956, a propósito de ella y de este cuadro:
“Silvia dirá que soy irrespetuoso, ineducado e indiscreto. Pero a mí me gusta ese vestido porque acusa muy bien la forma, aunque yo hubiera deseado pintarla sin él. La belleza no debe ser propiedad privada. Estoy seguro que con Silvia, yo hubiera pintado el desnudo más hermoso del mundo”.
Pese a lo que pudiera pensarse, este cuadro pertenece, según información oficial, a los tres herederos Pinal Hidalgo: Alejandra y Luis Enrique Guzmán y Sylvia Pasquel, empero la hija mayor ha declarado que, merced de un fideicomiso, la obra de arte es propiedad de la nación. Por tanto, pese a las estimaciones que se han hecho, es imposible que se venda alguna vez.