Es el fantasma que recorre todo el mundo. El populismo. La opinión pública mundial está cansada de que los gobernantes no les resuelvan sus problemas. Son problemas normales, ordinarios, que se circunscriben en tener un sistema de salud y educación que les permita vivir con dignidad y tener el dinero suficiente como para llegar a final de mes. No más, no menos. Pero no, los políticos actuales no lo arreglan, entre otros motivos porque sólo se ven el ombligo.

Y entonces, entonces, llegan los Maduro de turno y el resto de líderes políticos de la izquierda iluminada con su lenguaje retórico, estrafalario y efectista en las formas, pero que no resuelve la situación de los ciudadanos. Este es el caso del populismo de la izquierda de América Latina.

Sin embargo, también ocurre en la derecha. Esa se da más en Europa, aunque América no está exenta. No hay más que ver a Viktor Orban en Hungría, o hasta hace poco en Polonia. También tiene mucho peso en Italia con su presidenta Giorgia Meloni. Algunos países europeos también, como Holanda, Bélgica o España se acercan cada vez más a los populismos de la extrema derecha.

Ahora Francia, la Francia de la grandeur lleva años subiendo peldaños, acercándose con fuerza, la última es la caída del gobierno francés. La ultraderechista Marine Le Pen pacta con la extrema izquierda para acabar con la política ortodoxa, la de toda la vida.

Es el mundo al revés, es la unión de los partidos extremistas para acabar con un gobierno emanado de las urnas.

Eso es lo que hay. Así es como está la política global. ¿Qué habremos hecho tan mal para que esto se haya convertido en el mundo al revés?

 

       @pelaez_alberto