El decomiso espectacular de pastillas de fentanilo en Sinaloa -la aún no reconocida oficialmente sede de producción y tráfico de esa droga- sirvió para mandar un pequeño mensaje a la nueva administración Trump y de alguna manera tratar de desalentar la amenaza del próximo presidente de enviar a fuerzas especiales a zonas responsables de la producción de ese estupefaciente.
En uno de los pocos espacios de lucidez que tiene en su demencia senil, el presidente Joseph Biden felicitó a México por esa captura y destrucción de drogas, pero probablemente haya contribuido a enfurecer más a Trump y no a convencerlo de que México está haciendo algo concreto en la lucha contra el flagelo del fentanilo.
Pero hay que revisar con mucho cuidado las argumentaciones de Trump, un empresario metido a jefe de Estado, pero sin la más mínima capacidad ni capacitación en materia de seguridad nacional o de geopolítica estratégica. En sus exabruptos violentos contra México por el narcotráfico, el próximo presidente de EU ha insistido en que la culpa es de los cárteles mexicanos que producen y contra venden fentanilo y de manera concreta en su escenario solamente prevalecen dos: el de Sinaloa y el de Jalisco.
Los decomisos de fentanilo son argumentos muy positivos en la opinión pública, pero en los centros de inteligencia y seguridad nacional de Estados Unidos lo que quieren es desmantelar a los cárteles como estructuras de poder criminal, a pesar de que el primer efecto sería el de la disminución de la producción y contrabando de drogas.
La ofensiva de EU contra el Cártel de Sinaloa se ha encontrado con que los principales jefes y cómplices políticos de ese grupo delictivo están presos en cárceles americanas, pero la producción y contrabando de las drogas sigue manteniendo tasas de crecimiento real en la zona de Sinaloa, aun descontando los decomisos.
Y no debe desdeñarse que el equipo de seguridad nacional de Trump anda en busca de algún nuevo acuerdo antinarcóticos con México.
Zona Zero
- Todos los análisis que se conocen de los cárteles del narcotráfico en México se han quedado en el estudio de las redes familiares y políticas y de la existencia de empresas dominantes. Sin embargo, y ante la ofensiva mexicana y estadounidense, los grandes cárteles se están desarticulando en pequeñas bandas desagregadas y pronto atomizadas, y por lo tanto, con dificultades operativas para perseguirlas y cerrarlas. El Cártel Sinaloa hoy no es lo que fue con El Chapo y El Mayo Zambada.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
@carlosramirezh