Aunque hoy posen para la foto, las diferencias entre Adán Augusto López y Ricardo Monreal Ávila, por llamarlas de alguna manera, tienen un mar de fondo.
Para el tabasqueño, Monreal Ávila ha sido un traidor al movimiento lopezobradorista.
Primero, porque siendo senador, el zacatecano fue el único que se atrevió a cuestionar algunas reformas y acciones tomadas por el expresidente, a tal grado que lo mantuvo en la congeladora por casi dos años.
No lo recibió en Palacio Nacional y sus interacciones fueron por medio de terceros.
El colmo fue que Monreal pactó una alianza de facto con Marcelo Ebrard, cuando el propio López Obrador propuso su lista de corcholatas, en las que el entonces senador fue incluido de última hora.
Esa alianza Ebrard-Monreal, gestada antes de inicio de las precampañas de Morena, molestó al entonces secretario de Gobernación y a la propia Sheinbaum; Gerardo Fernández Noroña se mantuvo al margen porque, incluso, López Obrador lo descalificó a pesar del servilismo del petista.
Concluido el proceso electoral, comenzó la pugna por las coordinaciones en las Cámaras de Diputados y Senadores.
Sheinbaum claramente no quería a Monreal en San Lázaro pero, como las reglas de la sucesión las había establecido López Obrador, no tuvo más que aceptar que fuera el zacatecano el coordinador de los diputados morenistas y por lo tanto el presidente de la Junta de Coordinación Política.
El gallo de Sheinbaum y del ala dura de Morena siempre fue Alfonso Ramírez Cuéllar; la Presidenta no tuvo más que apechugar las instrucciones que desde el comienzo del proceso morenista fijó López Obrador.
Hábil como es, Monreal no desconoce que no es bien visto entre los grupos que rodean a la Presidenta, y por eso se ha mostrado más radical que los radicales guindas, lo cual ya es mucho decir.
Los señalamientos que hizo Adán Augusto López sobre “negocitos añejos’’ en el Senado, y que claramente iban dirigidos al coordinador de los diputados guindas, no fue un resbalón ni mucho menos un distractor.
El tabasqueño consulta todo, absolutamente todo, con Palacio Nacional antes de dar un paso, bajo la premisa de que “el que pregunta no se equivoca’’.
No es el berrinche por los 120 millones de pesos que dice le descontó Monreal del presupuesto, sino la desobediencia a una instrucción que ya se había mandado desde la cúpula del poder y que Monreal habría ignorado.
Hoy se reunirán, como adelantó Fernández Noroña, los líderes del morenismo parlamentario en el Senado.
Habrá foto y discursos de unidad; palmadas en la espalda y sonrisas para las cámaras.
Pero será la escenografía que esconderá revanchas políticas, cuyo desenlace es de pronóstico reservado.
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El asalto al Infonavit, consumado el viernes pasado por Morena y sus aliados en el Senado, confirma sin escalas la intención del gobierno por controlar todos los organismos autónomos o desconcentrados.
Como sabe, la mayoría en el Senado aprobó modificaciones a la ley del Infonavit, con la finalidad de acabar con el tripartismo con el que se ha gobernado el Instituto, favoreciendo la supremacía de la representación del gobierno por la de los patrones y los trabajadores tanto en el Consejo de Administración como en los diferentes comités.
Pero quizá lo más grave es la licencia que le dieron los morenistas al director del Infonavit para disponer de las reservas de las subcuentas de vivienda, dizque para comprar terrenos y construir viviendas con precios “asequibles’’ para los trabajadores.
Si el encargado de ese tema será el agrónomo Octavio Romero Oropeza, que casi acabó con Pemex, ¿qué podría salir mal?
@adriantrejo