Agua en la ciudad. Parte 2
La importancia vital del agua resultó mucho más evidente al incluirse en nuestra Carta Magna como un derecho humano. En efecto, en su artículo 4° postula que: “Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible”.
Vale aquí recordar que México firmó, en 1981, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, adoptado por la ONU en 1966, del que surge en 2002 la Observación General 15 sobre el Derecho del Agua. En ese documento se señalan las obligaciones de los Estados en la materia y, específicamente, las de respetar, proteger y cumplir el derecho al agua.
Posteriormente, en el Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal, que emitió la Comisión de Derechos Humanos local (CDHDF), especifica que el cumplimiento de este derecho deberá “garantizar el acceso al agua potable suficiente, de calidad, a precio razonable y sin discriminación para las personas que viven en asentamientos irregulares”.
Es importante destacar que el Pacto Internacional habla del suministro de agua a título gratuito o a bajo costo, y que la CDHDF elimina la gratuidad y señala “un precio razonable”, tomando en cuenta el otorgamiento de subsidios por parte del órgano rector que es el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX). Esto implica, entre otras cosas, prever aspectos relacionados con las finanzas de la Ciudad de México, como el tema de subsidios y tarifas para el cobro del agua, la capacidad de financiamiento del Sistema de Aguas, así como la propuesta de cambio de su situación jurídica actual como órgano desconcentrado por la de organismo descentralizado, como fórmula para que el SACMEX cumpla de mejor manera con sus atribuciones.
Uno de los principales problemas que enfrenta la ciudad, para el suministro y distribución de agua potable a los más de ocho millones de habitantes, sin considerar la zona metropolitana, es la insuficiencia del líquido, agravada por las fugas que, se estima, provocan la pérdida de 30% del agua que se trae a la metrópoli de fuentes externas, en lo cual influye la falta de mantenimiento de las redes hidráulicas, así como la deficiencia de recursos para invertir en infraestructura de almacenamiento, distribución, tratamiento y reutilización del líquido. También tiene repercusiones negativas la falta de información y educación de los ciudadanos que podrían contribuir a un mejor aprovechamiento del agua disponible. Igualmente, hay que considerar los cambios climáticos que están incidiendo en la existencia de periodos prolongados de sequía o, por el contrario, de lluvias torrenciales que provocan inundaciones e incapacidad para encauzar las aguas y conservarlas.
En síntesis, escasez, fugas y sequías han limitado el adecuado suministro de agua a la población y obligado al Gobierno de la Ciudad de México a buscar diversas fuentes de abastecimiento externo, entre ellas el Sistema Cutzamala, que aporta 40% del agua potable de la ciudad, y el caudal del río Lerma. El recurso interno se obtiene de pozos profundos, manantiales y ríos. Estas dos fuentes casi completan el abastecimiento necesario, con un déficit de dos metros cúbicos por segundo.
Otro factor limitante de relevancia es el mayor costo actual de la infraestructura hidráulica y del mantenimiento y reparación de la red, que demandan un volumen de recursos creciente y nunca suficiente. La insuficiencia de agua, en cantidad y calidad adecuadas, es más notoria en delegaciones como Iztapalapa, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco, cuyos habitantes se quejan del color y olor del agua que reciben, y que con mucha frecuencia necesitan recurrir a pipas o tandeo que elevan los costos del líquido.