Dos pantallas separadas por un par de metros aguardaban en la plaza Madre Teresa de la capital Pristina: una para seguir a la Selección de Kosovo en su debut en partido oficial ante Finlandia; la otra para no dejar de apoyar al conjunto al que los kosovares consideraron propio hasta antes de este día, Albania, en su encuentro frente a Macedonia.

 

Kosovo pateando por primera vez el balón en un cotejo mundialista, nada menos que rumbo a un torneo a disputarse, vaya ironía, en el país que más obstaculizó su aceptación en la ONU como nación independiente: Rusia, en virtud de su ancestral alianza con Serbia.

 

Unas semanas atrás, justo cuando a escasas 40 horas de su debut en unos Olímpicos, Kosovo conquistó su primera medalla de oro, relatábamos aquí la historia de la judoca Majlinda Kalmendi. Algunos de los puntos medulares de su trayectoria: que su participación en Londres 2012 fue precisamente bajo representación albana; que cuando Kosovo ya estaba aprobado, no se le permitió portar esa bandera en un Mundial disputado en Rusia (en el palco de honor, el judoca más poderoso del mundo y uno de los mayores enemigos de esta independencia, Vladimir Putin); que su entrenador formó parte del Ejército de Liberación Kosovar.

 

Ahora, hasta 16 de los seleccionados kosovares debieron esperar hasta bien entrada la tarde del lunes, con el fin de recibir el permiso de FIFA para portar ese uniforme. Lo anterior, porque ya habían jugado para otras Selecciones: Alemania, Austria, Suiza, Noruega, Suecia y, sobre todo, Albania. Por ello, en la víspera del partido, su seleccionador explicaba a diversos medios que no le bastaba con un plan B, sino que requería de uno C e incluso uno D: ¿quién alinearía en el ansiado partido 1 de la recién admitida Selección? Quien pudiera…, y al final pudieron todos los convocados, quedando pendientes nombres más rutilantes de cracks que le son perfectamente elegibles: Granit Xhaka, Valon Behrami, Adnan Januzaj, Shkodran Mustafi y, sobre todo, Xherdan Shaqiri, quien en su festejo de la Champions League en 2013, mostró una bandera kosovar.

 

Albania fue algo más que un hermano grande a lo largo de toda esta pugna por la independencia y disputa con Serbia. Ahora, al menos en sentido deportivo, no lo es tanto, sabedora de que perderá a varios futbolistas importantes. De hecho, en parte, la FIFA demoró en las autorizaciones para el debut, a causa de la reticencia albana a desprenderse de seleccionados a los que consideraba propios.

 

Aunque el grupo eliminatorio de Kosovo no es en especial difícil, sería una sorpresa que se acerque a la calificación mundialista. Como sea, política y socialmente ya sabe lo que esta participación representa: tener una selección es hoy tan relevante (o más) que el reconocimiento en Naciones Unidas.

 

Kosovo ha debutado en un Mundial y su plaza Madre Teresa (por muchos todavía denominada simplemente Plaza Central) ha sido testigo, a doble pantalla, de su empate en Finlandia. Nada mal para empezar. Nada mal, con una tribuna en Helsinki llena de banderas kosovares; y es que, a donde esta Selección vaya, encontrará apoyo, producto de una diáspora que, en su sufrimiento y búsqueda de derechos, ha emigrado a cada rincón del continente.

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