Si nos hubiéramos guiado exclusivamente por sus gestos, sus posiciones –a uno y otro lado del Presidente– y por sus expresiones corporales, habríamos asegurado que quienes salían del gabinete eran Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong.
Sí, los dos poderosos funcionarios, los dos pilares del gabinete con equipos confrontados en disputa por la sucesión: Gobernación y Hacienda; Hacienda y Gobernación. Parecían haber tocado a su fin.
Creíamos que ambos dejarían el gabinete porque Videgaray y Osorio aparecían juntos a la derecha de Enrique Peña Nieto (¿los salientes?), en tanto que a la izquierda del Jefe del Ejecutivo se ubicaron José Antonio Meade y Luis Miranda (¿los entrantes?).
De hecho, eso fue lo que comentamos en el área de prensa del salón López Mateos en Los Pinos, cuando vimos cómo se situaban ante las cámaras.
La impresión de la caída de “los dos grandes” se reforzaba por las distintas expresiones de cada uno mientras hablaba el Presidente:
Videgaray parecía estar ausente, con la mente en otro lado. Por instantes esbozaba una leve sonrisa, pero más bien parecía no dar crédito a lo que ocurría: su caída.
Había sido hasta ese momento el Todopoderoso del gabinete. Se le consideraba “el cerebro” de Peña y el poder detrás de la silla presidencial. Y él, durante cuatro años –hasta ayer– actuó así, como si fuera el vicepresidente de este país (con unos añadidos más: soberbia y arrogancia).
El hecho es que cuando Peña Nieto anunció que había aceptado la renuncia de su brazo derecho, Videgaray, notoriamente pálido, parecía estar viviendo algo irreal.
Porque ni los embates de los empresarios ni los vendavales de la economía lograron lo que el “error histórico” de haber traído a Donald Trump –y la molestia que esto suscitó en Hillary Clinton– provocó: su derrumbe político.
Fue hasta que el Presidente subrayó –notoriamente afectado– su agradecimiento por los servicios que el ex secretario de Hacienda prestó a México, Videgaray asintió brevemente con la cabeza y apenas si sonrió.
Recibió, sí, un abrazo de Peña Nieto que parecía llamarlo al ánimo. Pero cuando Meade cruzó para felicitarlo, Videgaray ni cuenta se dio. El nuevo secretario de Hacienda volvió discretamente a su lugar.
Osorio Chong, entre tanto, y contra lo que uno hubiera esperado, ¡lucía acongojado! “Leyendo” su rostro, cualquiera hubiera dicho que también se iba del gabinete y que Miranda –subsecretario de Gobernación, operador electoral y compadre de Peña Nieto– entraría en su lugar.
Pero no era así. Miranda sustituiría a Meade en la Secretaría de Desarrollo Social (ingresando así, quiérase que no, al arrancadero de los presidenciables).
Entonces, ¿por qué la actitud tan seria y extraña de Osorio, si aparentemente terminó ganándole la partida a Videgaray?
Van algunas conjeturas que escuchamos al respecto:
-Que tenía que disimular su alegría.
-Que le cimbró lo que ocurría y sabe que lo mismo le puede ocurrir a él.
-Que el Presidente le habría dicho que se concentre en lo suyo, dándole a entender que no será el candidato (y le puso a Miranda enfrente para manejar la campaña de Meade).
Sea cual sea la razón, hay una advertencia a tomar en cuenta: no dar por derrotado al equipo económico rumbo a 2018.
Gemas: José Antonio Meade fue el único secretario que llegó ayer con invitados a Los Pinos. Y lucía feliz de volver a Hacienda.