Son casi dos años, con sus 730 días y sus dolorosas noches, los que llevan los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa buscando a sus hijos con la esperanza de hallarlos con vida mientras se enfrentan a un dolor que no puede posarse por las gigantes incógnitas que siguen corroyendo el caso.

 

“Estos dos años han sido desesperantes, como una pesadilla que estamos viviendo. Cada día que despertamos y vemos su cama, sus cosas, es como estar muriendo en vida”, dijo a Efe Hilda Legideño, madre de Jorge Antonio, de tan solo 20 años cuando desapareció el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, en el sureño estado de Guerrero.

 

Jorge Antonio fue uno de los protagonistas involuntarios de esta tragedia que marcó la historia de México y se fue dejando una niña de tres años y el deseo de convertirse en maestro estudiando en la Normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, que forma docentes para comunidades rurales.

 

“Él era muy travieso, muy inquieto. Le pusieron el apodo del Niño porque tiene la facilidad de convivir con todo el mundo”, recuerda hoy Hilda, madre de tres hijos y abuela.

 

El testimonio de Hilda es parecido a la de la mayoría de padres de Iguala, en su mayoría gente de pocos recursos y de zonas desfavorecidas del empobrecido y violento estado de Guerrero que, dos años después del suceso, han abandonado lo poco que tenían para exigir verdad y justicia.

 

“Todo lo hemos perdido para enfocarnos a buscar a nuestro hijos”, cuenta esta mujer que cerró una “pequeña tiendita” en la que vendía artículos de papel, como piñatas o flores, que confeccionaba ella misma.

 

Sobre el caso Iguala siguen planeando muchas dudas y se acusa a la Fiscalía general de irregularidades en las investigaciones que condujeron a la versión oficial.

 

Según esta, en esa fatídica noche, en la que también murieron seis personas, los 43 jóvenes fueron detenidos por policías corruptos y entregados al cártel Guerreros Unidos, quienes los asesinaron y quemaron en el basurero de Cocula.

 

“Cada noticia del Gobierno es como una puñalada para nosotros”, explicó esta madre.

 

Para Epifanio Álvarez, padre del estudiante Jorge Álvarez, ante los “engaños” oficiales están los informes del grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) o del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), a quienes agradeció que hayan resaltado inconsistencias en la versión de la Fiscalía.

 

Jorge Álvarez, que este 23 de septiembre cumpliría 23 años, era un apasionado de la música, recuerda su padre como si fuera ayer.

 

“Cuando llegaba de trabajar me ponía a cantar con él en el patio. Hoy veo su guitarra en casa y siento mucha rabia”, afirmó.

 

Sembrador de calabazas, Epifanio ha participado activamente en la búsqueda de justicia y verdad desde que estalló el caso y junto a su esposa, pero hace unos meses tuvo que quedarse en un segundo plano, los recursos propios y las ayudas económicas empezaron a fallar, y en su familia hay otras bocas que alimentar.

 

Para Estanislao Mendoza, padre de Miguel Ángel Mendoza, estos dos años buscando a su hijo no han pasado en vano.

 

Miguel Ángel, Miclo para sus compañeros de la escuela, tenía 33 años cuando entró a la Normal Rural de Ayotzinapa. Empezó tarde porque estuvo varios años trabajando de peluquero en su pueblo y, años antes, dejó la universidad por falta de recursos económicos.

 

“El quería estudiar, lo que pasa es que no teníamos recursos. Somos campesinos y no hay dinero, solo se gana para sobrevivir”, rememoró Estanislao.

 

Con semblante cansado, dijo estar “triste y decepcionado” con el Gobierno. Y como el resto de padres, la incansable búsqueda le está empezando a pasar factura.

 

“Hemos estado resentidos de salud, mi esposa hace una semana se puso mal, dejó de comer, no podía dormir, la llevamos al doctor y la puso en tratamiento, yo tampoco ando bien porque sentimos el desgaste. Pero aún seguimos firmes en la lucha”, aseguró.

 

Gracias a este espíritu combativo, el movimiento de los 43 sigue vivo dos años después de la tragedia, y la insistencia por el esclarecimiento de los hechos ha llevado a la Fiscalía a admitir recientemente que está “abierta” y explora “todas las líneas de investigación”.

 

También dejó su cargo este mes el titular de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), Tomás Zerón, acusado por los padres de sembrar evidencias para apuntalar la versión oficial del caso.

 

“Como padres todo ha sido difícil y hemos tratado de superar todo y estar juntos. Sabemos que el mismo dolor nos une”, resumió Epifanio.

 

Y persiguen con tanta fiereza la verdad que no saben qué puede llegar después. “No estamos preparados para ninguna noticia. Sabemos que nuestros hijos podemos encontrarlos vivos, pero también que no”, reconoció una entristecida Hilda.

 

El insigne “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, que les ha acompañado desde el principio, no siempre responde en momentos de flaqueza.