Por primera vez en la historia, unos científicos encontraron partículas provenientes de la contaminación del aire tras analizar tejido cerebral de personas de la Ciudad de México y Manchester (Reino Unido).
De acuerdo con el sitio en el que la Universidad de Lancaster dio a conocer la investigación que ha realizado junto con otras universidades de Oxford, Glasgow, Manchester y la Ciudad de México, las partículas de magnetita encontradas en el tejido cerebral se les ha implicado en la producción de especies reactivas de oxígeno en el cerebro y, algunas de ellas, pueden estar relacionadas con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
“Ahora necesitamos checar si son tóxicas, si tienen el potencial de dañar” asegura a RT la doctora Bárbara Maher, encargada de la investigación.
“Partimos de una investigación anterior, que nos decía que había abundante polución de magnetita en el cerebro”, explica Maher, quien detalla que “entonces, nos preguntamos: ¿El cerebro humano está contaminado por fuentes externas?”.
Tomaron pruebas de diferentes cerebros de México y las compararon con cerebros de Manchester. Los expertos usaron un análisis espectroscópico para identificar las partículas en el tejido cerebral de 37 individuos que tenían entre tres y 92 años de edad.
Eligieron población de México debido a que la doctora Lilian Calderón-Garcidueñas, de la Universidad de Montana, tenía estudios recientes sobre jóvenes de la capital mexicana, la cual ha sufrido de serias contingencias ambientales durante el último año.
Los cerebros de los donantes de Manchester —en particular, quienes habían muerto de trastornos neurodegenerativos— tenían altos niveles de magnetita. Sin embargo, el nivel más alto de este mineral se encontraba en el cerebro de un hombre mexicano de 32 años que murió en un accidente de tráfico.
SI bien existen partículas de magnetita angulares que se cree surgen de manera natural en el cerebro, la mayoría de las muestras encontradas tenían forma esférica con diámetros de hasta 150 nanómetros —suficientemente pequeñas para entrar en el cerebro a través del nervio olfatorio— y algunas poseían características de las partículas que se forman a altas temperaturas en vehículos diésel y piras.
A pesar de que las pruebas continúan, el hallazgo abre todo un nuevo campo de investigación, indica la doctora Maher a RT, quien recalca que es “de sentido común” reducir la exposición del cuerpo a este tipo de partículas.
Esta investigadora aclara que “tanto en el trabajo como en la ruta que tomo para desplazarme intento ir por otros lugares” y “tener esta información indica un riesgo en potencia y estimulará más investigaciones sobre su importancia”. (Con información de RT)