Es un hecho que no podemos seguir ya con precios de las gasolinas que dependan del costo que les quiera poner la Secretaría de Hacienda.

 

Pero también es una realidad que no podemos dejar la complicada tarea de la apertura del mercado de los combustibles en manos de los gasolineros de siempre.

 

Estamos a dos meses de ver uno de los alcances más tangibles de la reforma energética. Desafortunadamente no pinta para una transición sencilla, sobre todo porque en el río revuelto del paso del monopolio gasolinero de Pemex al establecimiento de otras marcas, el que ya tuvo ganancias fue el fisco mexicano.

 

En estos tiempos donde la Secretaría de Hacienda quiere sacar recursos hasta de las piedras, emprendió una pequeña-gran reforma fiscal desde el año pasado, en que pidió al Congreso que le aprobara algo muy simple: que el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) que cobra a las gasolinas ya no fuera variable, sino fijo.

 

Suena como algo simple, pero ese movimiento en vigor desde este año le permitió dormir otra vez al recaudador de impuestos que dejó de perder miles de millones de pesos con ese gravamen.

 

Hay que decir que era una aberración que se usara el impuesto como amortiguador de los precios, porque hubo años en que de las arcas públicas salieron hasta 200 mil millones de pesos para subsidiar las gasolinas. Dinero que se quitó a programas sociales para los pobres con el fin de pagar el tanque de los que tienen coche.

 

El punto es que este año, que se mantiene un precio casi fijo de las gasolinas (sólo se mueve 3%), la carga impositiva equivale a la mitad del valor que pagan los consumidores. Así, de los 14 pesos que liquida, siete son de impuestos y siete, de la gasolina.

 

Con el precio libre como pajarito por los cielos, si la gasolina sube 5, 10 ó 30%, habrá que pagar ese costo, más todos los impuestos que ni de broma se ajustarán.

 

Entonces, vamos hacia la realidad que viven todos los demás países de enfrentar aumentos que pueden ser muy fuertes, así es en todos lados. Pero con el añadido de tener una carga fiscal como pocas naciones en el planeta. Sí los hay, pero son los menos.

 

Y del otro lado, los gasolineros de siempre, ésos que no nos dan litros de a litro, se quieren hacer cargo de una apertura total del mercado de gasolinas. No hay manera.

 

Lo que aprobaron los diputados fue una apertura gradual justo para cuidar que no haya abusos de los gasolineros, que podrían poner el precio que se les diera la gana donde el mercado sea más difícil de implementar.

 

Si no se da un tiempo de gracia para que lleguen los competidores, consigan los permisos; podríamos amanecer el año con precios de locura. Gasolina pura muy cerca de los cerillos sociales que están encendidos.