Pues ahora resulta que el dirigente del PAN, Ricardo Anaya, no era el “pobre diablo”, económicamente hablando, que todos creían. Pero, además de ser ricachón, es tramposo, marrullero, mentiroso.

 

En su afán de exhibir como corruptos a priistas, perredistas, morenistas (que los hay y de a montón), resultó exhibido… por él mismo y con la ayuda de uno que otro panista y del presidente del PRI, Enrique Ochoa. Este último aprovechó la declaración 3 de 3 (y la Plus) de Anaya para mostrar el rostro del panista corrupto que no se conocía.

 

¿Se acuerdan del debate televisivo del 5 de junio pasado, donde Anaya, montado en los cuernos de la luna por el triunfo del PAN y sus aliados, le puso una zarandeada a Manlio Fabio Beltrones acusando a los priistas que representaba de corruptos y otras cosas horribles, horribles. Pues ahora Ricardito está tragando tubérculo poblano, suministrado, dicen algunos, por Rafael Moreno Valle, Javier Lozano Alarcón, et al.

 

Según el dirigente del PRI, en las declaraciones 3 de 3 y 3 de 3 Plus, del señor Anaya, hay dos Ricardos: el “jodido” y el rico. Al primero le ayudan sus suegros a pagar las colegiaturas de sus hijos, que estudian en Atlanta, Estados Unidos, y la manutención, lo que no tiene nada de malo porque en el México de los “jodidos” es común que la familia le “entre con su cuerno” para que los chamacos tengan una buena educación y vivan bien.

 

Lo que está mal de Ricardito es que quiera hacerle creer a la sociedad que no tiene ni para las colegiaturas de sus vástagos, cuando su patrimonio es de varias decenas de millones de pesos, según su propia declaración.

 

Enrique Ochoa lo califica como un “multimillonario excéntrico” que tiene bienes comerciales y un activo industrial por más de 53 millones de pesos, lo cual resulta medio exagerado, aunque es cierto que esa cantidad no la tiene ningún “jodido”, bueno, ni siquiera una persona de la clase media.

 

La pregunta que se hace medio mundo, incluyendo Ochoa, es: ¿con qué dinero compró los activos de una empresa? Y tratando de explicar lo inexplicable, Ricky dice que mediante un crédito hipotecario de poco más de cinco millones de pesos que le otorgó Banamex; pero después quiere aclarar lo inaclarable y afirma que ese crédito hipotecario es por una casa que tiene en propiedad su esposa. ¿Cómo pasas de cinco millones de pesos a tener un activo que vale 53 millones de pesos? Pregunta el dirigente del PRI.

 

Lo lamentable del penoso asunto de Ricky Ricón es que Transparencia Mexicana y el IMCO, cuyos titulares presumen que su objetivo es denunciar y luchar contra la corrupción, avalen la veracidad del patrimonio del dirigente del PAN, extienda certificados de buena conducta y después se desdigan declarando: “No avalamos patrimonio alguno”. Cualquiera podría pensar que se los chamaquearon o que por un lapsus de corrupción mental dijeron lo que no tenían que decir.

 

Para distraer la atención, Ricardo, no se sabe si el “jodido” o el ricachón, pide un debate entre Enrique Ochoa y Andrés Manuel para aclarar quién es el más corrupto. ¿Y yo por qué? Podría responder el tabasqueño.

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