Cuando el mundo entero estaba en medio de la estupefacción por el triunfo electoral de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos y las operaciones del peso frente al dólar acusaban recibo con una depreciación que alcanzaba 13%, las autoridades financieras y monetarias mexicanas hicieron llegar al mercado el mensaje de que la mañana siguiente habrían de dirigir un mensaje a los mercados, a las siete de la mañana.

 

La gráfica del comportamiento del peso durante todo el Supermartes y las primeras horas del miércoles son un muy buen resumen de la jornada electoral estadunidense.

 

Ahí se ve cada resultado estatal, cada conteo, cada voto para Donald Trump. Cuando el triunfo del republicano parecía inminente se fue el peso a niveles históricos, para ser exactos a los 20.7488, cerca de la medianoche del día de la elección.

 

El discurso moderado de aceptación relajó un poco el pánico del mercado y la expectativa de la conferencia de prensa conjunta del Banco de México y la Secretaría de Hacienda, una hora antes de la apertura de los mercados mexicanos, permitió un compás de espera en torno a los 19.80 pesos por dólar.

 

Si acabamos de contar la historia del movimiento cambiario de esas horas, hay que decir que una vez que terminó el mensaje, básicamente del secretario de Hacienda, José Antonio Meade, se incrementaron las presiones en torno al peso, llevando la cotización en unos cuantos minutos hasta los 20.30 pesos por dólar.

 

El problema es que habían convocado a un mensaje emergente para decir algo que los mercados sabían y para anunciar que estarían atentos al comportamiento de estos últimos.

 

Ahí es donde puede estar la pifia de lo que ocurrió ayer: en adelantar vísperas que no se cumplirían. Porque, por lo demás, lo dicho por el secretario Meade tiene mucha razón en muchos puntos.

 

Por ejemplo: en el hecho de dimensionar que ésta es una reacción global, que incluso los indicadores financieros de Estados Unidos estaban recibiendo el castigo, que hay reservas internacionales suficientes para cubrir cada dólar que se solicitara en el mercado cambiario mexicano. En fin.

 

Hay una enorme sabiduría en no precipitarse a soltar dólares de la reserva internacional para defender una paridad que simplemente está montada en la enorme ola mundial de la desgracia del triunfo de Donald Trump.

 

No es prudente presionar más el costo del dinero elevando las tasas de interés en una reacción de botepronto tras el impacto inicial del resultado electoral. Sobre todo cuando ya ha subido de forma importante la tasa de referencia del Banco de México y cuando las evidencias concretas de la inflación marcan un índice general en línea con la meta del propio banco central.

 

Lo que deberán tener claro es que el ajuste, el cambio que más apoyaría la tranquilidad financiera perdida, no es soltar dólares o dar más premios monetarios, sino ahondar en el ajuste fiscal.

 

Pero, por lo pronto, Hacienda y el Banxico hicieron lo correcto, aunque se aceleraron de forma innecesaria.