El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cenó esta noche aquí con la canciller federal de Alemania, Ángela Merkel, en su última gira por Europa antes de entregar el poder a Donald Trump.

 

Procedente de Grecia, el mandatario estadunidense llegó a Alemania para una visita de dos días, en la que el jueves tendrá un encuentro oficial con Merkel y funcionarios de su gobierno.

 

Para el viernes está programada una reunión “de despedida” con los presidentes de Francia, Francois Hollande; de España, Mariano Rajoy; y los primeros ministros de Reino Unido, Theresa May; y de Italia, Matteo Renzi.

 

Obama ha calificado a Merkel como su amiga y aliada internacional más cercana. Los dos políticos constituyeron una buena pareja política con posiciones similares en el plano internacional.

 

Durante sus ocho años en el poder, Merkel, en su calidad de jefa de gobierno de la mayor economía de Europa, fue una interlocutora importante en temas económicos y en la solución de crisis internacionales.

 

En la crisis de Ucrania, el presidente estadunidense dejó prácticamente su manejo en manos de la canciller federal alemana.

 

El ministro de Asuntos Exteriores, Frank Walter Steinmeier, y otros diplomáticos alemanes, tuvieron asimismo un papel destacado en las negociaciones nucleares con Irán.

 

Compartieron además las mismas posiciones: ambos apoyaron el libre comercio y estuvieron a favor de la cristalización del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos (TTIP), que no llegó a aprobarse.

 

Cuando en junio del 2011 Obama le impuso a Merkel la Medalla de la Libertad, que es la condecoración civil más alta que otorga Estados Unidos, la llamó “voz elocuente en favor de los derechos humanos y la dignidad en todo el mundo”.

 

En una visita que hizo el presidente Obama a Alemania a principios de 2016, declaró que la decisión de Merkel de abrir las fronteras para que entrara casi un millón de refugiados procedente de Medio Oriente, “la colocó en el lado correcto de la historia”.

 

Sin embargo, la relación entre ambos no estuvo exenta de fricciones. En el verano de 2008, cuando Obama era candidato del Partido Demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, Merkel le negó permiso para sostener un discurso de campaña frente a la Puerta de Brandenburgo, donde Kennedy pronunció palabras históricas durante la década de los sesenta, cuando dijo: “Soy un berlinés”.

 

Obama quería proyectar la imagen de ser el nuevo Kennedy, como lo llamaban en ese tiempo sectores demócratas de Estados Unidos.

 

En 2013, Merkel se manifestó consternada cuando se supo que había sido espiada por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, y que incluso su celular personal fue objeto de escuchas. En esos días ella declaró: “no es aceptable espiarse entre socios”.

 

Asimismo, Obama vio con gran escepticismo los esfuerzos de Alemania para confrontar la crisis del euro en la Unión Monetaria por medio del ahorro.

 

El presidente de Estados Unidos inició el martes en Grecia su última gira europea. Abogó porque se condone la deuda a ese país para que pueda salir de la crisis.

 

Medios de prensa alemanes estimaron que la crisis de Grecia será también tema de las conversaciones entre Merkel y Obama en Berlín, y que también se abordará el tema de Donald Trump como presidente entrante de Estados Unidos.

 

OR