La muerte de Fidel Castro añade incerteza al futuro de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba, que ya era nebuloso tras la victoria de Donald Trump. Mientras que Barack Obama inició el deshielo diplomático, aflojó el bloqueo comercial y en marzo de este año fue el primer presidente de los Estados Unidos en visitar la isla desde la Revolución; Trump en cambio ha prometido “dar marcha atrás” a las medidas de su predecesor.

 

Reince Priebus, quien será el jefe de gabinete del gobierno del magnate insistió ayer en que el magnate “definitivamente dará marcha atrás” a las políticas de acercamiento adoptadas por Obama si las autoridades cubanas no adoptan los pasos de apertura que él espera en materia de presos políticos, represión o libertades.

 

Hay un área que Trump podría tener un especial interés en cambiar, dada su línea dura en lo relativo a la inmigración: la política de “pies secos/pies mojados”. Esa medida, unida a la Ley de Ajuste Cubano, otorga a los cubanos un privilegio que no tiene ningún otro grupo de inmigrantes a EU: la posibilidad de lograr la residencia permanente un año después de llegar al país, incluso si lo hacen ilegalmente.

 

Adoptada en 1995, la política es una enmienda a la Ley de Ajuste Cubano de 1966, pero esa legislación otorga tanta flexibilidad al secretario de Justicia para aplicarla que ni siquiera haría falta que el Congreso derogara la medida para acabar con su efecto.

 

Pies secos/ Pies mojados

 

Si Trump decidiera acabar con esa política, haría felices a varios Gobiernos que han recibido con frialdad su elección como presidente: tanto al cubano, que lleva años pidiéndolo, como a otros nueve Ejecutivos latinoamericanos que han solicitado lo mismo para frenar la oleada de migrantes cubanos que llegan a sus países.