“El respaldo electoral de MORENA creció cuatro puntos porcentuales en el último cuatrimestre, reflejando un fortalecimiento en la posición de Andrés Manuel López Obrador. El político tabasqueño no es superado en ningún careo y únicamente es empatado en primer lugar por (…) Margarita Zavala, en algunos escenarios”. Así comienza la encuesta más reciente del Reforma.
Otros resultados: si bien por partidos el PAN absorbe la mayor cantidad de apoyos (27 %), el Movimiento de Regeneración Nacional ya comparte con el PRI la segunda posición en las preferencias (ambos con el 22 %). El PRD, como partido y como marca, consolida su depreciación agrupando solo el 5 % de las preferencias. Con respecto a éste último caso, valdría la pena averiguar si los jerarcas perredistas tienen un plan emergente de reposicionamiento (¿en qué podría consistir?) o si dejarán hundir el barco para huir a los otros islotes de la izquierda.
Según el estudio, cerca del 30 % de los electores votaría por Andrés Manuel López Obrador para presidente de la República. Y en el que pareciera el careo más probable al día de hoy, López Obrador se lleva 29 % de las adhesiones, Margarita Zavala el 26 %, Miguel Ángel Osorio Chong un 15 % y Miguel Ángel Mancera un 9 %. En otro careo factible, se suma a la pelea el actual gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco”. Zavala y Osorio quedan igual (26 y 15 %, respectivamente) pero López Obrador y Mancera pierden apoyo (bajan a un 26 y 7 %, respectivamente). Es decir, el 6 % que sumaría “El Bronco” como independiente viene de éstos últimos. ¿Los trásfugas verán al neoleonés como un hombre de izquierda? ¿O se le acercan por lo “antisistema”? Puede que sea por ambas…
La ambigüedad que suscita López Obrador está más que clara: es el político con más positivos en la medición (31 %) y también el que más negativos congrega (37 %). Esa dualidad refleja fielmente los cafés políticos: es raro encontrar a alguien indiferente hacia el expriista y experredista tabasqueño. Generalmente se le tacha de peligro populista nivel Chávez o del único capaz de edificar un país en el que nadie se quede atrás. Terremoto o esperanza, nunca político.
Claro que, por eventos mundiales recientes, podríamos decir que “las encuestas ya no funcionan”. Hoy, en el imaginario colectivo, ser encuestador equivale a ser un astrólogo. Sin embargo, medir y conocer la opinión social es fundamental en cualquier pedazo de tierra que se llame así mismo “democrático”. Abandonar las mediciones no es opción. Se necesitan mejores metodologías y parámetros, pero sobre todo, entender mejor el comportamiento de los datos de rechazo y el papel que juegan en los errores de estimación finales. Hay una grieta que los encuestadores aun no alcanzan a divisar y, como dicen algunos, el peor enemigo es el que no se puede ver.
Termino como una reflexión muy personal: en los tugurios políticos que frecuento pareciera existir cierta unanimidad en torno a que López Obrador será, probablemente, el próximo presidente de la República. Por supuesto no lo sé, ni deseo que pase. Pero es aquí cuando los que no comulgamos con él debemos ir planeando escenarios que, sin importar el resultado, protejan la democracia electoral que tanto nos ha costado edificar.
Me queda claro que al presidente Peña Nieto no le agrada López Obrador (las constantes críticas presidenciales sobre el peligro de la demagogia y el populismo son, por supuesto, arrojadas hacia el tabasqueño). Pero por encima de cualquier disputa ideológica, espero que quien encabeza el gobierno de la República sea profundamente respetuoso de la contienda electoral de 2018 y, sobre todo, del manejo de los recursos públicos federales; los ojos de la historia estarán sobre su persona e investidura durante todo el proceso. La tentación de incidir rondará no pocas mentes, pero seamos claros: actuar de cualquier otra manera que no sea la rectitud y el respeto a la voluntad popular, sería darle una puñalada trapera a los avances y aspiraciones del país. “Frenar a México” pasaría a ser el eslogan más congruente.
@AlonsoTamez