Como respuesta a las amenazas del Presidente de Estados Unidos de modernizar, modificar y hasta “darle cuello” al TLC, el Gobierno federal, a través de la Sagarpa, anunció un plan estratégico de diversificación de mercados con más de 160 países.
Abrir opciones comerciales con otras naciones, tanto para la exportación como en la proveeduría de insumos dirigidos al sector agroalimentario, además de beneficiar a los productores nacionales, “nos hace llegar más fortalecidos a una negociación del Tratado de Libre Comercio”, argumentan los autores de dicho plan. ¿O sea que si nuestros principales socios comerciales hacen efectiva la amenaza de poner aranceles, cuotas u otras trabas comerciales a nuestros productos del campo, les vamos a decir que en otros países nos los compran sin excusas ni pretextos? ¿Los vamos a asustar con el “petate del muerto”?, preguntan los “agroyuppies”, quienes, dicho sea de paso, se quedaron medio perplejos al conocer el plan.
Por supuesto que no está mal la diversificación. De hecho, debimos haberla hecho el mismo día que se firmó el TLC, para que nuestra dependencia con Estados Unidos no fuera tan relevante, económica y socialmente hablando, como ahora. Pero “nos dormimos en nuestros laureles”. Bueno, nos ilusionamos con la apertura comercial con el entonces principal mercado del mundo que tenemos “a la vuelta de la esquina”.
La misma Sagarpa explica la importancia de la relación comercial en dicho sector: en 2016, el mercado agroalimentario mexicano entre México y Estados Unidos alcanzó su mejor nivel al totalizar 42 mil 785 millones de dólares (entre exportaciones e importaciones), lo que representó un crecimiento a tasa anual de 5%; las exportaciones agroalimentarias que realizó México a la nación vecina alcanzaron los 24 mil 874 millones de dólares, lo que representa un aumento con relación al año previo de 8%, así como 58.1% del comercio total efectuado entre los dos países.
México obtuvo un superávit en la balanza comercial agroalimentaria de seis mil 964 millones de dólares, un avance de 34% en relación al saldo obtenido en 2015. De 2013 a 2016, nuestra nación registró un crecimiento sostenido en su superávit agroalimentario con Estados Unidos, al pasar de mil 85 millones de dólares a los casi siete mil millones de billetes verdes registrados el año pasado, lo que equivale a una Tasa Media de Crecimiento Anual (TMC) en los últimos cuatro años de 59.2%.
Todo lo anterior de lo que presume la Sagarpa, les llevó a los productores mexicanos más de 20 años conseguirlo, por lo que habría que preguntarle al secretario José Calzada Rovirosa cuánto tiempo calcula para conquistar los nuevos mercados que “descubrió” para diversificar las exportaciones agropecuarias, y en cuestión de billetes cuánto se puede lograr.
Los “agroyuppies” de la primera generación, los mismos que negociaron el capítulo del campo mexicano en el Tratado de Libre Comercio en 1993 –quienes diseñaron la apertura, la instrumentaron y sentaron las bases para que durante más de 20 años rindiera los beneficios que enumera Calzada– exclaman: “¡No se haga bolas, licenciado! Hábleles con la verdad a los productores de los dos campos (el de los ricos y el de los pobres) que existen en México. El plan que propone no nos va a dar más fortaleza para negociar con Estados Unidos. Para eso se requieren otras cositas”.