Joven, de aspecto impecable, apuesto, relativamente nuevo en la arena política, estos son sin duda los atributos que más simpatías le atraen en esta atormentada campaña electoral. Desde hace varias semanas Emmanuel Macron, de 39 años, ex-ministro de Economía del socialista François Hollande, ex-alumno de la elitista institución educativa ENA, ex-banquero de inversiones del Rothschild, donde se hizo millonario, aparece en los sondeos como el futuro mandatario de Francia que debería aplastar a la ultraderechista Marine Le Pen con un 62% de los votos el próximo 7 de mayo.

 
Cuando en agosto pasado Macron dejó el Gobierno tras dos años en el cargo para centrarse en su movimiento « En Marche » (nombre que contiene las iniciales del candidato: E.M.), « ni de izquierdas ni de derechas », los analistas políticos lo definían como una estrella fugaz o una burbuja mediática que rápidamente debería desinflarse. Nadie imaginaba entonces que a tres semanas de la primera vuelta de los comicios presidenciales, rodeado permanentemente de un enjambre de periodistas con sus perchas y cámaras, y cosechando de manera masiva aliados de derecha, centro y centro-izquierda, se convertiría como el favorito indiscutible para ganar las llaves del Palacio del Elíseo.

 

¿Cómo explicar su fulminante ascensión? Principalmente con la alineación de los planetas a su favor. Veamos: el que hasta finales de enero tenía asegurado el triunfo en la elección presidencial, el candidato de la derecha tradicional, François Fillon, se desplomó en los sondeos por los escándalos de malversación de fondos públicos en relación con los supuestos empleos ficticios de su esposa y de dos de sus hijos. Semanas más tarde, Francia se dio cuenta de que el ganador de las primarias del Partido Socialista, Benoît Hamon, representaba el ala demasiado radical del socialismo, demasiado a la izquierda para muchos. Buena parte del electorado de los pesos pesados de la política gala, el derechista moderado Alain Juppé, y el social reformista Manuel Valls, los grandes perdedores de las primarias, se pasó al bando Macron.

 

Otro suceso que le dio suerte al joven aspirante fue la renuncia sorpresa a su propia sucesión del actual jefe de Estado y mentor de Macron, François Hollande.

 

Con la izquierda dividida, la derecha gaullista hundida, y la distinción entre ambos campos cada vez más ambigua, el atrevido social-liberal, autobautizado « antisistema », entra a la escena policía como una especia de mesías sin que nadie lo pueda contener.

 

Su estrategia ha funcionado. Se ha jactado de no ser miembro de ningún partido tradicional. Su discurso, fresco y optimista, ha contrastado con los anuncios del apocalipsis de algunos de sus contrincantes. Lo cierto es que sus respaldos más significativos proceden precisamente del muy tradicional Partido Socialista en el poder y del propio Gobierno de Hollande,  entre ellos el del respetado ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian. Las adhesiones socialistas le llueven del cielo a Macron, apoyado también por un batallón de grandes empresarios galos, como Patrick Drahi, el magnate de las comunicaciones, o Pierre Bergé, co-propietario del diario « Le Monde ».

 

Macron es un europeísta convencido, promete reducir el monstruoso gasto público francés, flexibilizar el mercado laboral, defiende la globalización, apuesta por una política más humana y eficaz hacia los refugiados, aboga por un eje franco-alemán que debe ejercer de locomotora de Europa.

 

Está claro que para los decepcionados de los más de 40 años de cohabitación derecha-izquierda el campo Macron se ha transformado en un refugio.

 

Cuando lanzó su candidatura contaba con un 10% de la intención de voto, hoy ya rebasó a todos su rivales. El último sondeo del Instituto Odoxa revela que 45% de los franceses tiene una opinión positiva de Emmanuel Macron, el « Kennedy galo ».

Ya para terminar, unas palabras sobre la vida privada del candidato, tema que apasiona a la prensa rosa. Su esposa, Brigitte, es un cuarto de siglo mayor que él. La conoció cuando tenía 17 años, ella le daba clases de francés y de teatro. El flechazo se dio de inmediato. El loco amor por Emmanuel llevó a Brigitte a separarse de su entonces marido con el que había procreado tres hijos. Hoy la mujer del hombre mejor situado para ocupar el Palacio del Elíseo, de 64 años, es abuela de siete nietos.