Los primeros cien días de Donald Trump al frente de la Casa Blanca, ésos que han parecido cien años, han sido de alta tensión para los mercados, notoriamente para nuestra divisa nacional.

 

 

Pero, de hecho, la moneda mexicana ha experimentado un semestre de locura desde aquel 8 de noviembre cuando, contra todas las expectativas, encuestas y sentido común, ganó el millonario republicano la Presidencia de los Estados Unidos.

 

 

Ese día, conforme se daba por hecho que Donald John Trump se convertiría en el Presidente 45 de la Unión Americana, el peso tenía uno de sus peores días y se devaluaba de una forma estrepitosa.

 

 

Pasó de los 18.30 pesos por dólar a los 20.50 en cuestión de horas. Y a partir de ahí la cotización se mantuvo presionada en aquellos días previos a la toma de posesión.

 

 

Una vez que Trump puso la mano sobre dos Biblias para jurar como Presidente y que empezó a aumentar su presión sobre México, como por ejemplo aquellos tuits contra México y su gobierno, contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la cotización alcanzó máximos históricos por arriba de los 22 pesos por dólar.

 

 

La moderación del discurso por parte de sus funcionarios más allegados y las evidencias de que no le sería tan sencillo cumplir con sus amenazas ayudaron a despresurizar la cotización, que en algunos momentos de marzo y principios de abril regresó a los niveles previos al triunfo electoral de Trump.

 

 

Y así llega el peso en su relación frente al billete verde a los primeros cien días de Trump con una historia de maltrato por parte del dólar, pero con la fortaleza suficiente para haber regresado a niveles por debajo de los 19 por cada billete verde.

 

 

Dentro de los siguientes cien días se avecinan retos que pueden ser más definitorios para la moneda mexicana. Porque además del entorno geopolítico tensado por las amenazas entre Estados Unidos y Corea del Norte, tenemos en nuestro terreno el inicio o no de la renegociación del TLCAN.

 

 

Hay que ir preparando el terreno para la noticia que hoy cobra posibilidades importantes de que el acuerdo trilateral termine por desintegrarse. Si al interior del gobierno de Washington ganan los radicales que quieren una ruptura, cualquier pretexto será bueno para ello. Si por el contrario, los moderados se logran imponer, veremos un acuerdo más estricto, pero benéfico para las tres partes.

 

 

Ésos son dos escenarios muy diferentes que deberían plantearse durante los tres próximos meses.

 

 

Es muy probable que una renegociación formal inicie después del verano, porque hay retrasos en la integración de los equipos comerciales estadounidenses, pero serán las señales las que pesen en el ánimo de las operaciones cambiarias.

 

 

Porque más allá de la especulación que genera la incertidumbre, es un hecho que hay inversiones detenidas que permanecen a la espera de tener una base para tomar decisiones.

 

Así que más allá de que el gobierno mexicano mantenga y de hecho profundice su consolidación fiscal, en lo externo estamos a expensas de lo que hagan Donald Trump y su gobierno en sus siguientes cien días.