El Presidente electo, Emmanuel Macron, aún no asume el cargo, aún no digiere la victoria del domingo pasado y ya se enfrenta a las primeras manifestaciones en su contra en pleno corazón de París. Entre gritos de “¡Renuncia, Macron!”, miles de personas, escoltadas por cientos de agentes antidisturbios, marcharon esta semana entre las Plazas de la República y de la Bastilla para denunciar su “osado plan de reformas ultraliberales”. Con dichas reformas, Macron pretende sacudir a la monstruosa y cada vez menos eficaz maquinaria burocrática estatal y flexibilizar el rígido, sobrerregulado mercado laboral para lograr que el desempleo pase de 11% a 7%, además para fomentar la productividad. Pero encuentra una fuerte resistencia.

 

 

En la patria del Mayo 68, los proyectos de ley suelen disputarse en la calle, a menudo de manera virulenta, entre cocteles molotov y gases lacrimógenos. El colectivo Frente Social, que agrupa varios sindicatos, ya dejó claro que la política de Macron tendrá como consecuencia una precarización generalizada de los trabajadores. “Las conquistas sociales no se tocan”, gritaba la multitud enardecida en una clara advertencia de que el nuevo Jefe de Estado topará con una ola de protestas.

 

 

Su mandato, que ni siquiera arranca, se anuncia como un camino de espinas. Macron hereda un país fracturado. Ganó no gracias a los votos de convicción, sino a los de eliminación de la ultraderechista Marine Le Pen.

 

 

De los 47 millones de franceses con derecho a sufragio activo, 11 millones decidieron no acudir a las urnas (nivel de abstencionismo más elevado desde 1969), cuatro millones depositaron votos nulos o en blanco (otro récord histórico), 11 millones mostraron su apoyo a la rival de Macron, la nacionalpopulista antiglobalización y antimigrantes Le Pen, cuyas ideas están sólidamente incrustadas en el espectro político del país. Si bien derrotado, el Frente Nacional de Le Pen ha experimentado un auge jamás visto en el pasado.

 

 

Se impusieron la razón y el pragmatismo, tan franceses. Al joven socioliberal europeísta, que asegura poder ofrecer lo mejor de la derecha, lo mejor de la izquierda y lo mejor del centro, le ayudaron el talento, la audacia y sobre todo mucha suerte.

 

 

Para poder avanzar con su programa, Macron necesita obtener una mayoría en el Parlamento, 289 escaños como mínimo. Pronto entrará de lleno a la batalla de los comicios legislativos, previstos para el mes de junio.

 

 

Tendrá que hacer alianzas, crear una gran coalición con una parte de la derecha tradicional y de los socialistas, dos formaciones históricas que han marcado la política del país en las últimas cinco décadas y que hoy se encuentran sumidas en guerras fratricidas. ¿Lo logrará?

 

 

El próximo domingo tendrá lugar la ceremonia de traspaso de poderes en el Palacio del Elíseo. Ese día, Emmanuel Macron desvelará el nombre de su primer ministro.

 

 

Asistimos al entierro del viejo modelo político galo, totalmente desgastado. La victoria de Macron dinamitó el sistema de reparto de poder entre socialistas y republicanos. Ya nada será igual en el paisaje gubernamental del país.

 

 

En su primer viaje al exterior, Emmanuel Macron visitará probablemente a los militares franceses estacionados en África y se desplazará inmediatamente a Berlín para reunirse con la canciller Angela Merkel, con la que querrá relanzar el eje franco-alemán; éste deberá ejercer de locomotora del Viejo Continente.

 

aarl