Madrid está preciosa. Las terrazas se encuentran repletas de turistas curiosos y familias que salimos para solazarnos ante el sol sabiendo que la poesía de la vida se construye con pequeños placeres sencillos.

 
El museo Thyssen se encuentra rodeado de bares que lo hacen inexpugnable. Al mediodía y antes de entrar en el recinto, tomamos un aperitivo a base de calamares, jamón y vermut.

 
La exposición que vamos a ver es tan sugerente como atractiva. Se trata de la pléyade de bosquejos que realizó Pablo Ruiz Picasso para sacar de su alma al Guernica.

 
Aquel bombardeo sobre la ciudad vasca en plena Guerra Civil dejó asolada su alma y la de todos aquellos que lograron ver las fotografías en los periódicos de la época.

 
Ni Picasso ni nadie en su sano juicio pudo entender por qué ese ensañamiento contra una población que no quería morir porque no había hecho nada; una población que se convertiría en mártir de una guerra que le tocó vivir por el chismorreo político y que dejó cerca de un millón de muertos.

 
Y después, después de aquello llegó la Segunda Guerra Mundial, que no fue sino una continuación de la Primera Gran Guerra; y ésta, a su vez, de guerras entre países de siglos anteriores, y anteriores de los anteriores y así hasta el principio, hasta la génesis del hombre.

 
Por eso el ser humano siempre ha estado preparado para hacer la guerra. Así como Sun Tzu escribió El arte de la guerra desde tiempos inmemoriales, la historia de la humanidad ha estado marcada desde siempre por conflictos bélicos casi permanentes, entre hermanos de un mismo país o contiendas entre diversas naciones.
Es la primera vez, a lo largo de toda la humanidad, que hay un periodo de tanta paz. Desde 1945 hasta la actualidad hemos gozado de una inusual paz. Claro que ha habido y hay guerras, pero son localizadas.

 
Hoy las guerras no son convencionales. Las ciberguerras –que nos harían retroceder varios siglos- podrían convertirse en algo frecuente. El terrorismo del DAESH es silente y letal, pero es otro tipo de guerra, desde luego nada convencional. Sin embargo, no está escrito que esa paz de la que gozamos sea eterna.

 
Nadie se atreve a pronunciar la palabra “guerra”. Es más, no está ni en el imaginario del hombre del siglo XXI. Pero, ¡ojo!, nunca habíamos estado tan cerca del abismo.

 
La tensión en la comunidad global es evidente. Mucho más con líderes como Donaldo Trump o Kim Jong-un. Las ojivas nucleares están más alerta que nunca. Hay miles por todo el mundo. Pero con que se lanzaran unas decenas, el planeta desaparecería.

 
Por eso miro cada boceto del Guernica de Picasso y me estremezco al pensar que podemos traspasar esa línea invisible hacia el infierno.

 
Picasso relató con sus cinco pinceles, que eran sus dedos, una realidad incontestable. El ser humano del sigo XXI debería acostumbrarse de que nada es para siempre y mucho más algo tan preciado como la paz.