No es ninguna exageración el revisar las operaciones del peso frente al dólar la noche del próximo domingo, para saber si algún resultado electoral altera la confianza de los inversionistas.

 

 

Sabemos, porque así nos lo han anunciado, que si la candidata de Morena en el Estado de México pierde las votaciones, habrá manifestaciones y plantones, además de los recursos legales correspondientes.

 
Pero si el resultado es otro, López Obrador se alza con la victoria en esa entidad en la persona de Delfina Gómez; la movilización y el desorden podrían llegar a los mercados financieros.

 
Previo a las elecciones de Estados Unidos había un aviso de tormenta, se formaba un huracán en las costas estadounidenses que, bautizado con el nombre de Donald Trump, no parecía tener en su trayectoria nuestro territorio.

 
De hecho, los pronosticadores le daban pocas posibilidades de aumentar de categoría. Con esa estimación llegamos a la elección del 8 de noviembre y esos nubarrones se convirtieron en huracán categoría 5, que pegó de lleno en las costas de los mercados financieros de México y el mundo.

 
Los vientos nivel Trump tiraron la cotización hasta niveles de 22 pesos por dólar, derrumbaron las estimaciones de crecimiento y mandaron a muchos a los albergues del pesimismo de lo que vendría con ese Presidente de la Unión Americana.

 
El Estado de México y su posible resultado no son un huracán, porque esos fenómenos se forman muy lejos, aunque el impacto sea en nuestras costas.

 
Acá lo que sentimos son tremores, como anticipo de un sismo que se gesta en nuestra tierra, bajo nuestros pies.
El resultado electoral del domingo podría ser un primer registro en el sismógrafo financiero con movimientos pequeños, que sí anticiparán algo mayor para el próximo año.

 
A diferencia de un sismo, el populismo sí avisa. Desafortunadamente hay muchas similitudes entre un movimiento telúrico y los efectos de esta forma de comportarse en la política.

 
Piense en los sobrevivientes del sismo de 1985 y cómo piensan respecto a los efectos de un fenómeno natural de estas características contra los que no lo vivieron y entonces no creen que sea algo tan terrible como lo relatan los mayores.

 
Ahora piense en los que sufrieron los efectos de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, que saben lo que implica que un mal gobierno nos lleve a la quiebra. Imagine ahora un populista de ese nivel, pero que además cree estar iluminado con la verdad y la honestidad absolutas.

 
Los que no lo vivieron creen que una inflación de 6% y un crecimiento de 2% son sinónimo de crisis.
A diferencia del inevitable temblor que debemos esperar en esta zona sísmica, es falso que en la política sea un destino manifiesto el triunfo del populismo. Ahí depende de los electores.

 
Lo único necesario es dimensionar correctamente los peligros y no creer que alguien puede estar exento de las consecuencias de una sacudida hacia el pasado.

 
Por lo pronto, el próximo lunes atendamos al sismógrafo y sus lecturas tras las elecciones del domingo.