El sol cae a plomo sobre París, las temperaturas rozan los 37 grados centígrados, algo inédito en Francia en un mes de junio. La vida transcurre a cámara lenta ante esta insoportable invasión de la masa de aire africano. En estas circunstancias, en la mente de los parisinos se instala un solo deseo: irse lo antes posible de vacaciones, lejos del asfalto, la canícula, la contaminación y, algo más, cerrar definitivamente el muy largo y tumultuoso ciclo electoral de casi 10 meses de duración.

 

 

Pero antes de que nos paralice totalmente el hartazgo y se nos derrita el cerebro, echemos una mirada a la nueva Asamblea Nacional o Cámara baja del Parlamento, derivada de los últimos comicios legislativos. Desde luego, el presidente Emmanuel Macron consolidó su fulminante ascenso al poder de manera más que espectacular. Su movimiento político La República en Marcha, que hace poco más de un año ni siquiera existía, arrasó. Ganó 350 de los 577 escaños del recinto legislativo, y por tanto una contundente mayoría absoluta que le da vía libre para implementar su ambicioso programa de reformas socioliberales. Se produjo un escenario totalmente improbable todavía en mayo pasado, eso sí, en medio de una apatía generalizada, más de 57% de los franceses decidió no acudir a las urnas.

 

 

A sus 39 años, el flamante mandatario barrió con el sistema de alternancia en el mando del país entre los socialistas y los conservadores gaullistas, además obligó a los extremos -la izquierda radical y la ultraderecha- a conformarse con las migajas del poder parlamentario. Nadie en Francia había logrado acumular tantos poderes desde Charles de Gaulle.

 

Macron puso en marcha una profunda renovación del Parlamento con la entrada de una nueva generación de jóvenes con una presencia femenina récord.

 

 

Las mujeres ocuparán 224 escaños de la Asamblea Nacional, frente a 155 en 2012. De los 577 ocupantes del llamado templo de la democracia, 424 fungirán como diputados por primera vez. La mitad de los nuevos parlamentarios nunca han ostentado un cargo público y proceden de la sociedad civil.

 

 

En la Cámara baja del Parlamento veremos debatir y votar las leyes más importantes para Francia, personalidades tan atípicas en la escena política como el excéntrico genio de las matemáticas Cédric Villani, el multimillonario hombre de negocios en el sector de la robótica Bruno Bonnell o el intrépido ex jefe de la unidad de élite de la Policía antiterrorista RAID, Jean-Michel Fauvergue.

 

 

Ni el sexo, ni la edad ni la inexperiencia política han jugado en contra de los novatos. Pero, ¿será realmente representativa de la sociedad francesa la nueva Asamblea? En absoluto. Siete de cada 10 diputados vienen de las clases superiores; 23%, de la media y sólo 6%, de las categorías populares. Hay 25 abogados, 41 patrones de grandes empresas, 180 cuadros de las firmas privadas. La ausencia total de obreros hace que se disparen las quejas de que el Parlamento “macronista” no refleja al país.