Por ahora, el mayor éxito de la ronda uno de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es que habrá ronda dos.
No es posible adelantar ninguna falsa expectativa, porque es un hecho que las negociaciones están pendidas con alfileres.
Sabemos que Estados Unidos ha amenazado con irse si no ceden México y Canadá a lo que quiere, pero también tenemos claro que si hay una actitud intransigente de la delegación del gobierno de Donald Trump, los que se salen de las mesas de negociación del acuerdo son los negociadores mexicanos.
Era importante superar este primer encuentro de Washington, porque durante mucho tiempo la delegación estadounidense había anunciado que sus condiciones eran muy severas para mantener el acuerdo, y tanto México como Canadá habían advertido que ellos también tenían la capacidad de finiquitar el tratado si había condiciones inaceptables. Bien, pues ahí siguen los tres.
No sólo eso, sino que además se han impuesto un calendario más intensivo de negociación, que incluye el próximo encuentro dentro de ocho días en la Ciudad de México y par de semanas después se van a Canadá.
El peor enemigo del tratado sigue siendo el mismo: el populismo de Donald Trump y su necesidad de ofrecer un sacrificio a su clientela electoral.
Hoy, Trump está seriamente herido en sus niveles de aprobación por el cúmulo de malas decisiones, y no es posible descartar que pueda usar el TLCAN como chivo expiatorio.
El hecho de que no tenga la sombra del radical Steve Bannon como su principal asesor no significa que su discurso pueda disiparse con facilidad, y no hay duda que aquello de eliminar el déficit comercial como objetivo central tiene más carga ideológica de un proteccionista que el análisis de un experto en comercio que acepta las consecuencias de ampliar los mercados de inversión.
Hoy, a pesar de lo alentador que resulta ver el calendario de las negociaciones aceleradas entre los tres socios del TLCAN, la verdad es que enfrenta peligros muy altos de un exabrupto fatal, con predecibles consecuencias nefastas en los mercados financieros de los tres países.
Muchos sectores tienen muy claro donde se tienen que hacer ajustes y trabajan en ello de manera coordinada. No es de extrañar que algunos empresarios de las tres naciones puedan declarar cerradas sus renegociaciones en pocos meses.
Otros tendrían que ceder en el nombre del acuerdo completo, pero hay fibras estructurales que se pueden romper, como los mecanismos de solución de controversias, el favoritismo en las reglas de origen o en la reciprocidad propia de un acuerdo entre iguales.
Además, renegociar un acuerdo como el TLCAN abre la caja de pandora para que todos busquen algún beneficio, desde cámaras empresariales, sindicatos o partidos políticos. Por lo tanto, ahí hay otro peligro adicional para el acuerdo.
Así que la mejor noticia que nos podrá arrojar la segunda ronda de negociaciones del TLCAN, del 1 al 5 de septiembre en la Ciudad de México, es que los tres socios confirmen que habrá una tercera reunión tres semanas después en Canadá.
caem