La evidente falta de interés en lo que fue el eterno candidato de Morena a decir a la capital de Estados Unidos no significa que no haya temores sobre el futuro político de este país.
Parece mentira, pero uno de los principales factores que invitan a que la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte termine bien y termine rápido es Andrés Manuel López Obrador. No porque esté a favor, sino justamente porque el Gobierno estadounidense sabe que fracasar con el tratado es impulsar su candidatura presidencial.
No es ningún secreto que para funcionarios del gobierno de Trump, para las firmas calificadoras, para los mercados y para amplios sectores es un temor real el triunfo de López Obrador en las elecciones presidenciales del próximo año. Y no tanto por lo que haría como Presidente, sino por la evidente inviabilidad que dejan ver sus propuestas y su posible gabinete.
Con este escenario, sería lógico pensar que su presencia en la misma capital de Estados Unidos debería generar una gran atención para tener mayores indicios de que vendría ese probable, que no inevitable, escenario de su triunfo electoral.
Sin embargo, la visita de Andrés Manuel López Obrador por Washington, DC pasó desapercibida para la mayoría de la opinión pública y de los analistas financieros y políticos de ese país.
¿Por qué? Simplemente porque el guión de sus planteamientos está escrito desde hace mucho tiempo y no aporta ninguna novedad.
Cada punto y cada coma de lo que dijo allá López Obrador es una repetición de su proyecto de nación. Esa lista de buenos deseos desfondados como asegurar que la corrupción se acaba el día que él gobierne y que con los ahorros que logre de esa podredumbre de la mafia del poder se encarga de construir refinerías, carreteras, trenes y aeropuertos. Y que sobraría mucho dinero para llevar a los ciudadanos a la felicidad. En fin.
Cuando a uno le prometen el cielo, hay que tener fe en que sí se podrá alcanzar ese nivel de premio divino. Pero cuando de lo que se trata es de administrar un país, hace falta algo más que tener buena fe en un iluminado, hay que conocer a su equipo (a sus Bejaranos), sus cuentas y proyectos.
Washington DC no se impresionó con López Obrador porque ya lo conocen y porque hoy las comunidades latinas de aquel lado tienen temas mucho más urgentes que hacerle la campaña a un adelantadísimo precandidato, como defenderse de la deportación tras el fin del DACA.
Además, fue aburrido y complejo traducir lo mismo de siempre del discurso de López Obrador ante un público angloparlante y un exponente monolingüe.
Ahora, el hecho de que haya tenido tan poca trascendencia la visita de este personaje en evidentes actos adelantados de campaña no significa que no haya temores reales y profundos por el impacto negativo que tendría para la relación bilateral.
caem