Uno de los pilares para garantizar que la economía mexicana es capaz de resistir un periodo electoral es la autonomía del Banco de México. Esta independencia, junto con los lineamientos para hacer un presupuesto responsable, da cierta estabilidad para evitar una crisis sexenal.

 

Claro que si el resultado de la elección va en sentido contrario a una visión de estabilidad, no habrá manera de contener el pánico financiero.

 

El tema es que la independencia de los bancos centrales ha demostrado que es indispensable para la estabilidad de una economía.

 

La novedad es que el Banco Central más poderoso e importante del mundo está vulnerable ante los designios del Presidente de Estados Unidos. Y cuando vemos que ese mandatario es Donald Trump, hay que tomarlo con toda seriedad.

 

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) vive momentos de toma de decisiones muy importantes. Entre el regreso de las tasas de interés a niveles similares a la expectativa de inflación y el final del plan de liquidez extrema, generan gran ruido en los mercados.

 

Pero eso está en manos de los expertos y, por lo tanto, hay confianza de que las decisiones son bien reflexionadas y en función del interés de la economía.

 

Si hay que limitar el acceso al crédito, a través de encarecer el dólar, pues lo harán aunque eso pueda constituir un lastre para la economía. Es un juego de equilibrios entre el crecimiento y la inflación.

 

¿Pero qué pasa si quien gobierna pudiera poner gente que responda a sus intereses para que mantuviera la economía en expansión, sin fijarse tanto el riesgo inflacionario?

 

Si creen que es mejor para su imagen que la economía crezca, aun con el peligro de que la inflación suba más allá de lo que hoy se permite la Fed.

 

Está claro que los integrantes actuales de ese banco no lo permitirían. Pero la novedad es que el Presidente de Estados Unidos tiene para él suficientes plazas vacantes como para poner banqueros centrales más alineados con su plan de gobierno, cualquiera que éste sea.

 

En una mesa donde siete toman decisiones, resulta que hay cuatro vacantes, lo que implica que si atendemos a las enseñanzas de Pitágoras, hay una mayoría disponible de presidentes de bancos centrales. Lo bueno es que hay otras cinco sillas en el comité que toma decisiones a las que Trump no tiene acceso.

 

A la presidenta actual de la Fed, Janet Yellen, que no la lleva del todo bien con Trump, le quedan seis años más dentro del banco, pero la Casa Blanca puede trabajar para quitarle la presidencia, eso delo por descontado.

 

Hoy, pues, Trump tiene la oportunidad de diseñarse un banco central más a la medida que al menos complique la toma de decisiones. Tiene la oportunidad de nombrar un presidente de la Fed que sea más a modo con sus planes expansionistas y con una visión más laxa de la inflación.

 

Trump es llevadero como Presidente en la medida que se le puedan amarrar un poco las manos. Hoy, en la Fed tiene todo para hacer un batidillo.

 

caem