Luego de participar como voluntario en las brigadas de rescatistas en el Colegio Enrique Rébsamen, en la unidad habitacional Taxqueña, y finalizar su apoyo en Álvaro Obregón 286, ahora, Pedro Rojo no encuentra quien le tienda una mano para enfrentar los daños en su casa.

 

Ayer todavía acudió a la zona donde se derrumbó el edificio en la Av. Álvaro Obregón, el sitio donde permaneció 11 días ayudando con la esperanza de que todavía hubiera actividad.

 

“Ayer nos sacaron, nos dijeron que ya se terminó y hoy vine a ver si podía ayudar en algo, pero me dicen que no, que ya no es necesario”, dice Pedro.

 

Desde el 19 de septiembre no paró de auxiliar en lo que le pidieran, su prioridad, como todos los padres, fue ir primero por su hijo a la secundaria; después tomó la decisión de ir al Rébsamen.

 

“Llegué como a las tres y media, era un caos, pero ahí estuve hasta la una de la mañana más o menos y luego nos fuimos a Taxqueña”, recuerda.

 

Su hijo Ulises, un joven fornido de 14 años y más de 1.75 de estatura, lo acompañó en todo momento, también participó al igual que su padre.

 

“No podía dejarlo en casa porque no había con quien se quedara, su mamá nos abandonó hace tiempo, así que decidí llevármelo”.

 

Pedro perdió la percepción del tiempo, calcula que entre el 22 y el 23 de septiembre fue a descansar a su casa en San Miguel Xicalco, en Tlalpan, y notó que la puerta de su casa ya no cerraba.

 

Ya repuesto, revisó su hogar y encontró cuarteaduras y desniveles que lo alarmaron.

 

Dedicado al mantenimiento de casas de manera independiente, se tomó el tiempo para, ahora, buscar ayuda para reparar su hogar.

 

“Anduve viendo lo de los tres mil pesos de ayuda, pero me dicen que ya no se están dando, no sé quién pueda ir a ver mi casa para revisarla y la verdad es que no sé qué voy a hacer ahora.

 

Lo que le dejó el sismo, expresa, es una fortaleza que no sabía que tenía, “di mucho, en esos días no sentía ni hambre ni cansancio, pero al mismo tiempo siento que fue poco, por eso estoy aquí”.

 

Y sin perder el sentido del humor, remata, “pero ahora yo estoy como el chavo del ocho, ¿ahora quién podrá ayudarme?”

 

 

*edición impresa 24 Horas

 

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