El 19 de septiembre de 1985, Daniel Lezama Morales iba en secundaria, no recuerda si en primero o en segundo año. Vio la emergencia de aquel terremoto y aunque tenía el ímpetu de ayudar, su corta edad, la protección de sus padres y la falta de rebeldía le impidieron acudir a los derrumbes. A 32 años de distancia el escenario se repitió, ahora siendo padre de familia y con ese pendiente de hacer algo en medio del desastre.
Ese martes estaba con su hijo y al escuchar la alerta sísmica, algo le indicó que no era un incidente simple. Tomó su bicicleta y a unas cuadras se topó con el escenario repetido de casas caídas. Cree que fue como si la vida lo colocara en el mismo lugar: otra vez con el grito de auxilio en su oreja, un sonido imaginario que lo hizo salir de su casa, sin saber que regresaría tres días después.
En una entrevista con 24 HORAS, el vecino de la delegación Benito Juárez, maestro de artes marciales, recordó el desastre, especialmente el que se suscitó en Zapata 56, en el conjunto Residencial San José, presumido, en su momento, como un edificio con tecnología de primera.
Alguien decía que había una niña. Daniel gritó con la esperanza de percibir vida. Aquello resultó ser falso, pero sí había personas en el lugar donde se cayeron seis departamentos: ahí estaban Karla y Matilde, dos mujeres que trabajaban en uno de éstos.
“Anduvimos buscando ahí y nada. Llegó la Secretaría de Marina, no pude hacer muchas maniobras porque me perdí adentro, no conocía el edificio (…). Empezaron a romper ventanas, pero estaba imposible; eso se había aplastado como un sándwich”, dijo.
Un joven en una bicicleta llegó al edificio y le preguntó a Daniel sobre su búsqueda. “Vengo buscando a mi mamá y a mi esposa, vinieron a hacer la limpieza de un departamento”. Se trataba de Matilde y Karla.
Daniel se quedó en las labores de rescate. Relató que ni siquiera avisó en su casa sobre su ausencia, de un momento a otro ya eran las dos de la mañana del miércoles. Las autoridades que acudieron a la zona dieron la búsqueda por perdida, pero los nombres de las mujeres persistían en los reclamos de Daniel y del joven que acudió a buscarlas, del que después, supo, se llama Martín.
El vecino coordinó la búsqueda, pero no fue suficiente. El viernes de esa semana se rescataron los cuerpos sin vida de ambas. Un nuevo impulso lo llevó a entregarle una despensa a Martín.
“La casa de Martín también resultó afectada. Conseguí su dirección en la calle de Amparo, pregunté por él y me dijeron ‘¡ah, buscas al chino!, sí, aquí vive’. Martín me abrazó y se puso a llorar, ahí ya no me aguanté, ya no fui fuerte”, dijo.
Daniel le pidió disculpas al joven por no poder hacer algo más por su familia, quién le respondió con esta frase, “eres un ángel hermano, muchas gracias por todo lo que hiciste”.
caem