Por primera vez, los familiares de las 228 personas que murieron en la Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre pasado, conmemoran el Día de Muertos en honor a sus seres queridos.

 

Bajo los escombros quedaron atrapados, de manera inesperada, los sueños de hijos, padres, madres, esposos y amigos; su vida hoy se recuerda con ofrendas, con fotografías, pero sobre todo con el dolor que ocasiona una herida profunda y fresca.

 

La solidaridad, el respeto y el amor de la población en los días posteriores al movimiento de la tierra apenas reconfortan el dolor y el vacío que ocasionó la pérdida de vidas a causa del temblor.

 

La esperanza de que regresen, se alimenten, disfruten de lo que más les gustaba, de que estén aquí, es lo que mantiene fresco el cempasúchil que los guiará con su aroma hasta la tierra endeble.

 

En la mayoría de las construcciones caídas las labores de demolición son parsimoniosas, pretenden evitar nuevos derrumbes y aún más afectaciones en las zonas aledañas.

 

En el Multifamiliar de Tlalpan los vecinos participaron en una misa, organizaron una velada y actividades artísticas para recordar a las personas que fallecieron; ahí la tristeza se suma a la incertidumbre por las condiciones de las viviendas que permanecen de pie.

 

De acuerdo con el vecino Ángel Fuentes, tras el sismo han tenido que soportar condiciones muy difíciles al habitar en un albergue, y afirma que la solidaridad de las personas es su principal motivación para seguir adelante.

 

Fuentes comenta que tres de los edificios que forman parte del multifamiliar fueron dictaminados, sin embargo, los vecinos no están de acuerdo con el resultado que señala que pueden ser habitados “sin mayores riesgos”.

 

“Hemos vivido más de un mes en un albergue, podríamos aguantar un poco más a cambio de tener dictámenes serios”, indica al pie de la ofrenda colocada en honor de las nueve víctimas, entre ellas Carmelita, Joshua, Karla y un gato, mascota de los inquilinos a quien también le colocaron comida.

 

Ahí, Carlos se persigna frente al altar, le agradece a Dios seguir vivo y dice que “pudo haber sido él o algún miembro de su familia”, por eso, decidió acudir a la ofrenda y expresar su luto.

 

En la colonia Doctores, las fracturas en el edificio Osa Mayor son la evidencia de la tragedia que mantiene a más de 200 personas sin hogar, algunas de ellas permanecen en guardia a la espera de información que les permita conocer el futuro de su patrimonio.

 

En otro punto, las costureras de Chimalpopoca y Bolívar en la colonia Obrera fueron recordadas con una ofrenda a la que llegaron familias enteras para depositar flores o sólo para observar en silencio los despojos del edificio que aún se distinguen entre la cerca de madera.

 

En el edificio de Álvaro Obregón 286, el luto se extiende a las calles vecinas que aún después de 44 días no han podido recuperar la cotidianidad.

 

En Gabriel Mancera y Escocia, en la colonia Del Valle también hay una ofrenda pequeña que recuerda a las víctimas con flores y veladoras.

 

La vida continúa en la capital con la remembranza de dos 19 de septiembres, en 1985 y en 2017, que marcaron para siempre a una ciudad que hoy más que nunca tiene la certeza de ser una chinampa en un lago escondido.

 

ERM