Leo en Animal Político un llamado de Cuauhtémoc Cárdenas a apoyar las posibilidades de María de Jesús Patricio Martínez Marichuy como candidata independiente. Invita el ingeniero a sumar firmas en su apoyo, para que alcance la desmesura de esas 800 y pico mil necesarias para acceder eventualmente a las boletas en 2018. Supongo que para sorpresa de quienes me conocen, diré que apoyo al ingeniero –hombre de todos mis respetos con el que a veces no coincido– en este llamado.

 

No comparto una altísima proporción de los principios de la candidata del Congreso Nacional Indígena, vaya por delante. Nunca le daría mi voto para la presidencia del país. No comparto su discurso anticapitalista, que me parece simplificador y que me parece, sobre todo, que sostiene alternativas mucho peores a la realidad de suyo ominosa de las comunidades indígenas. Sospecho, como he dicho antes, del Congreso que la apoya, y de un discurso antropologizante que conduce a democracias a mano alzada, que no son democracias, como demostró ampliamente el EZLN. No creo en el culto a las tradiciones ni en la primacía de lo colectivo, una forma chantajista del autoritarismo. Creo que su apuesta “ejidal” ha demostrado ser una fábrica de pobres, y que –va como ejemplo– oponerse a la implementación a gran escala de “la energía en sus modalidades hidráulica, eólica y solar” en nombre de la “madre tierra”, o de lo que sea, es una manera de oponerse a la energía y punto, que es como oponerse a respirar o beber agua. Un sinsentido.

 

Pero hay tres hechos irrefutables. El primero, la marginación, la miseria, la injusticia que golpea a lo que el ingeniero Cárdenas llama “pueblos originarios”. El segundo, repetido numerosas veces y rigurosamente cierto, que Marichuy representa una doble forma de la marginación: es indígena y es mujer. La tercera, importantísima, que ella y el CNI han optado por el camino de la democracia formal, lo que Enrique Krauze llama “democracia sin adjetivos”, para hacerse escuchar.

 

No hacen falta más argumentos. Este simple hecho habla de un movimiento que, equivocado o no en sus análisis, levanta la mano y dice que tiene ganas de pertenecer a este país, de respetar las leyes, de dialogar. Sería un error muy grave no propiciarlo. Es justo ahí donde deben estar Marichuy y el movimiento que representa: en las boletas. Compartiendo con todos nosotros, el resto de los ciudadanos, la monserga indispensable de un proceso democrático imperfectísimo, boicoteado, pero democrático al fin.

 

Vayan y firmen. No por ella: por todos.