El terremoto del 19 de septiembre pasado provocó también “derrumbes” emocionales que es necesario reconocer y reconstruir.
Así lo alerta la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo (AMPAG), cuyos especialistas dieron atención a centenares de personas que vivieron el sismo.
La agrupación precisó que algunas personas padecieron un estrés agudo temporal, pero otras, cuya angustia se intensificó después, pueden sufrir un estrés postraumático; los síntomas aparecen entre las seis y ocho semanas posteriores al evento.
El impacto emocional depende de varios factores externos como la cercanía con los derrumbes y las pérdidas humanas y/o materiales, entre otros, pero también del equilibrio psicológico que cada persona poseía antes de la catástrofe, refiere el organismo.
La AMPAG añade que como lo hicieron en los sismos de 1985, en septiembre pasado sus especialistas salieron a las calles de la Ciudad de México para brindar ayuda, particularmente en la zona cero del derrumbe de Cacahuamilpa y Ámsterdam.
“La población atendida en su mayoría fueron individuos afectados por el sismo que experimentaban reacciones psicológicas debido al estrés agudo provocado por la catástrofe, entre ellas miedo, nerviosismo, preocupación excesiva, tristeza, ansiedad, algunos síntomas somáticos (dolor de cabeza, cansancio, insomnio o exceso de sueño, falta o incremento en el apetito), irritabilidad, escuchar la alerta sísmica sin que fuera real, sensibilidad ante ruidos fuertes y sensación de estar hiperalerta”.
Sin embargo, la asociación hace énfasis en que los capitalinos aún pueden arrastrar problemas psicológicos como consecuencia del sismo del 19-S.
“En algunas personas, el instinto de sobrevivencia bloqueó el impacto emocional inmediato para dar paso a la cordura racional que les permitiera resolver las necesidades urgentes que exige la vida cotidiana. Sin embargo, días después, cuando aparentemente las cosas ya se habían normalizado, el estrés postraumático comenzó a manifestarse, por lo general entre las seis y las ocho semanas posteriores, pero en algunos individuos se hará evidente hasta tres meses después de haber ocurrido los sismos”.
De acuerdo a un estudio realizado por la UNAM, 20% de las personas que vivieron el 19-S sufrirán este daño psicológico que, en caso de no atenderse a tiempo, puede durar hasta 20 años sin reversión.
El estrés postraumático requiere atención especializada para su tratamiento, de ahí la importancia de buscar ayuda profesional lo antes posible, recomienda la AMPAG.
En alerta
El estrés postraumático se expresa de distintas formas dependiendo de la edad. Éstos son algunos indicadores:
– Niños: jugar repetitivamente al sismo, pesadillas sobre el temblor, miedo, agresividad, mayor sensibilidad. Los pequeños cuyos padres sufren de estrés postraumático tienen mayor probabilidad de desarrollarlo.
– Adolescentes y adultos: recuerdos angustiantes del sismo, sensación de estar hiperalertas, preocupación constante de que va a volver a temblar, conductas evasivas (consumo de alcohol), desinterés, irritabilidad.
– Adultos mayores: mayor dependencia de familiares, miedo intenso a la muerte, trastornos del sueño, narra una y otra vez las vivencias del sismo. Se complica más según las enfermedades que tienen, sobre todo si éstas son de carácter incapacitante, si viven solos o muestran dificultad para desplazarse por sí mismos.
– La AMPAG ofrece un taller que se llevará a cabo en dos fechas: el 16 de diciembre próximo y el 20 de enero de 2018. (www.ampag.edu.mx)
*edición impresa 24 Horas
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