Desde temprano, el salón se fue llenando poco a poco, era el día de los candidatos presidenciales, y donde José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador expondrían sus planteamientos de país frente a los directores de los bancos de México, financieros y empresarios que asistieron a la 81 Convención Bancaria.

 

El primero en subirse al pódium fue el aspirante de la Coalición Todos por México, Meade Kuribreña, y con ello los aplausos que se prologaron por más de un minuto que él devolvía con una sonrisa, se notaba su comodidad de llegar a un escenario donde ha estado presente desde 1999, rodeado de conocidos.

 

“Un viejo conocido nuestro”, dice el presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM), Marcos Martínez, como preámbulo del discurso del candidato, Meade vuelve a reír antes de empezar con un discurso en un lugar que siente “como su casa”, donde conoce a más de uno y por quienes asegura “metería las manos”.

 

Los pasos sobre el escenario del candidato son seguros, va de un lado a otro, habla de la importancia del Estado de derecho, pero un mensaje lo detiene “dice Juana que voy muy bien”, bromea, “siempre hay que atender a lo que dice Juana”, ríe de nuevo y sigue.

 

El segundo turno fue para el panista Ricardo Anaya, a quien los banqueros recibieron con un aplauso más seco que a su predecesor, además, una falla en el control de las diapositivas le hizo una mala jugada a la hora de comenzar; sin embargo, el aspirante de la coalición “Por México al frente” no perdió el ritmo.

 

Para Anaya fue la primera vez en una Convención Bancaria, pero eso no pareciera intimidarlo, su voz era segura, el vaivén de sus ideas los mezclaba con un caminar seguro por el escenario, mostraba sus dotes de orador, mientras hablaba de las evoluciones disruptivas en la historia y de su plan de nación.

 

“Uber acaba de comprar una empresa que se llama Otto, acabo de estar visitando esta empresa, y de veras que la tecnología es impresionante. Sí da miedito porque van hechos la mocha los tráileres, se va manejando solos. Decía alguien que se siente más o menos como si te dijeran que va a ganar las elecciones ya sabes quién”, lo que generó la risa de los asistentes en el salón.

 

Después llega el turno de López Obrador en su tercera campaña para la presidencia y la segunda vez que asiste con los banqueros, luego del desaire que les hizo en 2006; el aplauso a su llegada es breve, sin embargo, el salón está lleno, desde el estrado empieza su discurso con la voz pausada que lo caracteriza desde que era Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

 

Las miradas del público siguen sus palabras serenas y sin estridencias, su idea de combatir la corrupción con el ejemplo, de una administración austera que permita destinar mayores recursos a la atención a la pobreza, “de llevar a cabo un verdadero cambio, una transformación en la vida pública de nuestro país”.

 

“Si me dicen: a ver, resume, tú que no hablas de corrido, pero dilo rápido, ¿qué es lo que vas a hacer? Acabar con la corrupción, eso es el plan”, bromea y logra contagiar al público.

 

Al final arremete y el tema del fraude sale en la conversación, para Andrés Manuel, después del 1 de julio hay dos caminos: Palacio Nacional o Palenque, Chiapas. “Si las elecciones son limpias, son libres me voy a Palenque, Chiapas, tranquilo. También si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy también a Palenque y a ver quién va a amarrar al tigre, el que suelte el tigre que lo amarre, ya no voy a estar yo deteniendo a la gente”.

 

Estas palabras desencajan al público, hay quien dice que pareciera amenaza, otros solo hacen un gesto de desaprobación y al final, López Obrador se va sin haber emocionado al público como en sus mítines en las plazas del país y solo breves aplausos lo despiden.

ot