Las elecciones en Rusia han sido un camino de rosas para Vladimiro Putin; un teatro donde necesitaban participar otros actores, pero cuyo protagonista no era otro que Putin.
Revalida su mandato seis años más de momento y aunque dice que no vuelve a presentarse y que no piensa reformar la constitución para que no quepa una reelección hay que tener cuidado, porque el poder gusta mucho y más cuando es omnímodo como en el caso del Presidente ruso. Por eso, porque es omnímodo piensa que puede actuar por el resto del planeta como lo hace en Rusia, y por eso también su problema con el Reino Unido.
En los últimos años en Gran Bretaña, han muerto catorce disidentes rusos que criticaron al Kremlin. Todos fallecieron en extrañas circunstancias.
El envenenamiento del ex espía doble Sergey Skripal y su hija Julia en la ciudad de Salisbury, muy cerca de Londres, ha disparado todas las alarmas. Ya no por el hecho de que el Kremlin extienda sus brazos contra todos los que no son fieles –que también – si no porque el envenenamiento se produce en territorio soberano británico.
Resulta que el veneno es letal y puede ser muy peligroso al contagio con otras personas.
Pero no está actuando sólo Rusia en este asunto relevante. También Francia, Alemania y EU se han aliado a Gran Bretaña y se han unido en la acusación contra Rusia por el envenenamiento con un gas nervioso desconocido. En otras palabras, Putin o sus acólitos han utilizado un gas altamente tóxico de consecuencias aún desconocidas. Y eso obliga a Gran Bretaña a tomar una decisión dura e inequívoca. Por eso también la expulsión de los 23 espías disfrazados de diplomáticos que han permanecido durante años en el Reino Unido.
El Kremlin, bajo la batuta de Vladimiro Putin no perdona. Entre elección y elección quieren mandar una lección. Si se siente traicionado por cualquier espía, político, periodista, empresario o ciudadano anónimo de “su” Rusia dejará que se vaya o él mismo lo declara en el ostracismo. Pero el mensaje también es muy claro. Pueden esconderse en los lugares más recónditos de la tierra pero los encontrarán, darán con ellos y les sacarán de la jugada. Así es como funciona la Rusia actual del inquilino del Kremlin, que lleva ya 18 años en el poder más los seis que le quedan después de haber sido reelegido.
Los tentáculos de Vladimiro no han hecho sino crecer desde el principio de este milenio. Y continúan creciendo en sus alianzas peligrosas con China o Irán.
Pero, en fin es lo que ha elegido la ciudadanía rusa; entre otras cosas porque tampoco le quedaba más remedio. O votaban a Putin o votaban a Putin. Esa es la democracia rusa.
JNO