Por primera vez desde 1959 Cuba tendrá una cabeza de gobierno sin el apellido Castro, luego de los 47 años de Fidel en el poder y los de su hermano menor Raúl, ese mozalbete de 87 primaveras que honró su promesa de dizque jubilarse. Hereda la presidencia, por llamarla así, el vicepresidente Miguel Díaz-Canel.

¿Qué significa esto? Que Cuba evita el peor escenario pero no habrá cambios sustanciales. Una democracia a la occidental o cosa parecida está por supuesto descartada, con la casta militar, la vieja guardia, la que manda, plantada en sus fueros y Raúl, listo para seguir al frente del Partido Comunista, máximo órgano rector según la Constitución. Pero el país ha vivido cambios en las últimas dos décadas y un poco más, que con Díaz-Canel no van a revertirse.

Fidel tuvo un instinto conservador y sobre todo único para conservar el poder. Por eso, se resistió siempre al trabajo por cuenta propia, el trabajo al margen del estado, que permite a los individuos valerse por sí mismos y en esa medida, ser potencialmente rebeldes. Así y todo, el destrozo integral que causó en la economía de la isla lo obligó a abrir un poco el puño y permitir una cuota de inversión occidental y otra de trabajo autónomo, cuando la URSS se desplomó, y a Cuba se le terminó el subsidio.

Esas cuotas de digamos liberalismo económico, fueron gradualmente incrementadas por Raúl, aunque se han estancado desde la visita de Obama, y no parece que su heredero vaya a caminar en otra dirección. Pero pudo pasar. El fin de las autocracias de izquierda siempre trae resultados inciertos, porque los miedos de la casta reinante son impredecibles.

La URSS después de Stalin dio tres pasos adelante con Kruschev y dos para atrás con sus sucesores. China y Vietnam, probable modelo para Cuba, avanzaron al libre mercado, pero sin otras libertades aparejadas. La Venezuela de Maduro es en cambio una trogloditación del chavismo, un retroceso, lo cual ya es decir.

Publiqué recientemente un libro llamado Cuba sin Fidel, una crónica de los primeros días en la isla sin el tirano. Es y no un título correcto: Fidel se fue pero sigue vivo en la pobreza que dejó, en el aparato represivo, en la agricultura, la industria y la arquitectura devastadas.

En buena medida, siguió vivo también en el gobierno de su hermano, que no pudo o no quiso ponerle la puntilla a su utopía aberrante y subdesarrollada. Ojalá que la jubilación de Raúl signifique una caminata para adelante. De esa manera: sin Fidel. Son ya muchas las décadas de sufrimiento para los cubanos.

 

 

JNO