Renovada la dirigencia nacional del PRI y relanzada –eso dicen- la campaña de José Antonio Meade, siguen sin aparecer los operadores del tricolor.
Ésos que ganaban elecciones y que la sola mención de su nombre generaba acuerdos, respeto o temor; o los tres juntos.
El trabajo por circunscripción no se ve esté dando los resultados esperados.
Si Manlio Fabio Beltrones está operando en el Norte, lo hace de bajo perfil, como es su estilo.
Pero precisamente en esa parte del país es donde más se ha notado el avance de la candidatura de López Obrador; el Norte generalmente había sido territorio hostil para el tabasqueño que ahora muestra un grado de penetración considerable.
Ni qué decir del Sur, que desde ya se antoja como territorio de Morena, con excepción de Campeche y Yucatán; la primera puede ser la entidad más priista, desplazando a Hidalgo y al Estado de México, y la segunda se divide la preferencia entre el PRI y el PAN.
A poco más de 40 días para la elección, los priistas de cepa siguen esperando que sus operadores, los que ganaban elecciones, aparezcan por fin.
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Como que eso de evidenciar presuntas propiedades de los rivales políticos no se les da muy bien a los candidatos del PRI.
Primero fue José Antonio Meade que acusó a López Obrador de tener tres departamentos no declarados, que al final resultaron dos, y cuyo valor comercial era mucho menor al estimado por el candidato tricolor.
El miércoles le tocó el turno a Mikel Arriola, que acusó a la candidata del Frente, Alejandra Barrales, de poseer un edificio en Polanco.
Barrales retó al candidato no priista del PRI a comprobar la propiedad; si resultaba verdadera, ella renunciaba a su candidatura, pero si resultaba falsa, el que renunciaría sería Mikel.
Pero el candidato tricolor hizo mutis; no respondió al reto, y eso le costó algunos memes y comentarios mordaces en las redes durante el postdebate.
Por cierto, de entre lo rescatable de este encontronazo está la propuesta de Barrales de hacer una nueva Ciudad Universitaria en los terrenos del actual aeropuerto… Claro, si ya saben quién no cancela la construcción del nuevo como amenaza, si llega a ganar.
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Un tráfico del demonio se vivió ayer en la zona de Polanco y Reforma a causa de la manifestación de transportistas del Estado de México, quienes se niegan a aceptar las nuevas disposiciones que la Secretaría de Movilidad Estatal les impuso.
Instalar cámaras en cada unidad, contar con un GPS, cambiar las unidades –muchas de las cuales tienen más de 20 años- por unas de menos de 10 años y unificar la cromática de las unidades para evitar piratas, que es en donde ocurren el mayor número de delitos.
Eso que es para beneficiar al usuario fue como un insulto a los dueños de los peseros, taxis y camiones de pasajeros del Estado de México, que dicen no tener dinero para cumplir con la nueva norma.
Ya tuvieron una audiencia en Los Pinos.
Ojalá, y pese a las molestias generadas, que ni el gobernador Del Mazo ni el secretario de Movilidad, Raymundo Martínez, cedan al chantaje.
Es por la seguridad de los millones de usuarios diarios.