Con legítima esperanza de cambio, muchos ciudadanos creen que Ricardo Anaya y la alianza PAN, PRD y MC significan una alternativa real, capaz de acabar la corrupción que carcome al sistema político.
Sin embargo, Anaya –igual que AMLO y el Bronco– es uno más de los políticos del montón; pillos que aspiran al poder para servirse del poder, no para servir a la sociedad. No votaré por Ricardo Anaya porque antes que nadie probé sus pillerías y hasta hoy no logró probar su honestidad.
Conocí a Ricardo Anaya luego de publicar aquí las primeras críticas a su breve historia política. Era diputado federal y preferido de Los Pinos.
Me buscó luego que publiqué sus negocios turbios cuando era secretario particular del gobernador Francisco Garrido. “¡Ayúdame, tocayo…!”, dijo. Y propuso no criticarlo más, a cambio “de información privilegiada”. No acepté.
Cuando Anaya presidía el PAN, un “godínez” del partido me confió que “Ricardo” no acudía a la presidencia del partido azul. “No le importaba el partido, le importaba usar al partido”.
Y dijo más: “No lo busques de jueves a lunes porque vive en Atlanta. Cada semana viaja a visitar a su familia, que vive en Estados Unidos”.
Investigué en líneas aéreas y confirmé que, en efecto, entre 2014 y 2016, Anaya viajó cada 10 días a Atlanta, lo que supone un gasto que “no checa” con el salario de jefe del PAN, no mayor a 50 mil pesos.
Publiqué aquí los hallazgos –121 viajes redondos entre México y Atlanta-, además del costo de vivir en Atlanta, Quéretaro y la CDMX, las escuelas privadas de sus hijos y los negocios inmobiliarios nada claros que realizó al amparo de su creciente influencia.
Luego de la primicia, el Joven Maravilla pidió mi despido a distintos medios a los que vendo productos periodísticos de mi autoría. No lo logró.
Incluso, en el informativo estelar de Televisa, Anaya dijo que las revelaciones eran una campaña del gobierno en su contra. En el mismo matutino reté al entonces jefe del PAN a probar en tribunales su dicho. No lo hizo.
Hoy es público que Anaya es aprendiz político, mentiroso compulsivo y, que con engaño y chantajes, secuestró la dirigencia del PAN, además de que lavó millones de pesos para sus ambiciones políticas.
Fue incondicional del gobierno de Peña, al que traicionó y a quien prometió enviar a prisión. ¡Claro…!, si gana la elección presidencial.
Anaya es el primer candidato presidencial que llega a la boleta en medio de acusaciones de lavado de dinero y tráfico de influencias. Su socio Barreiro ya reconoció el lavado y el tráfico de influencias, en tanto empleados de Barreiro aceptaron el papel de prestanombres para lavar dinero a favor de Anaya. Y la bodega motivo del litigio, ya está en poder de la PGR.
¿Qué falta? Sólo resta que el reloj de la justicia marque la hora.
Por eso preguntamos: ¿quién puede confiar en que un pillo como Anaya será capaz de garantizar el cambio que México necesita?
¡Hagamos votos porque Anaya esté en prisión, antes que votarlo en la boleta presidencial! ¿O no?
Al tiempo.