Nadie duda que el PRI y el gobierno cometieron graves errores en el proceso electoral que concluyó el domingo pasado. Tampoco se ignora el enojo social.
Y también es cierto que la administración de Peña Nieto se quedó corta respecto a la responsabilidad de conectar los éxitos de gobierno con el imaginario colectivo.
Sin embargo, el origen de la estrepitosa derrota del PRI y de la mayoría de sus candidatos en diversos estados en la contienda se debe a la traición, la deslealtad y el oportunismo. Pero vamos por partes.
La contienda presidencial arrancó con una popularidad de Enrique Peña Nieto que oscilaba entre 22 y 25%. El PRI, sin candidato, superaba ese porcentaje de aceptación.
Ya con José Antonio Meade como candidato, el partido tricolor arrancó con un porcentaje de simpatía entre 22 y 25% de las preferencias.
¿Qué pasó con los votos que perdió el PRI si comparamos las preferencias del punto de partida con 15% de los sufragios conseguidos en la urna al término de la contienda?
¿De verdad la campaña de Meade, del más capacitado, mejor preparado y de mayor calificación académica resultó un rotundo fracaso?
Lo cierto es que los procesos electorales –en México y el mundo- no son lineales, sino multicausales. Y son muchas las evidencias de que hubo traición dentro del PRI, en algunos gobiernos estatales, entre empresarios aliados y hasta de medios de comunicación. ¿Lo dudan?
1. Resulta de escándalo -a los ojos de todos- la traición del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, quien engañó a muchos cuando todos sabían de su alianza con Andrés Manuel López Obrador.
Hoy está claro que el Gobierno de Chiapas llevó a cabo una elección de Estado a favor del candidato de Morena, Rutilio Escandón, ganador de la contienda. Y para impedir represalias del poder, en el último minuto de la contienda, el gobernador Velasco consiguió el fuero del Senado de la República.
2. Otros gobiernos estatales que llegaron al poder con las siglas del PAN y con ex priistas conversos –como Durango y Quintana Roo– también traicionaron a Meade, a pesar que le debían la vida.
3. Por eso, los malquerientes de José Antonio Meade filtraron la especie de que la traición venía de Hidalgo y del Estado de México. Falso. ¿Por qué? Porque de esas dos entidades salió el mayor número de votos y las concentraciones más espectaculares que tuvo la campaña de Meade.
4. Los responsables de la estructura territorial del PRI también engañaron a su candidato. ¿Por qué? Porque los votos de esa estructura no aparecieron en las boletas marcadas a favor del candidato Meade. ¿A dónde cayeron?
5. Está claro que una buena cantidad de medios de comunicación –y empresarios en general- que juraron lealtad a Meade, al final de cuentas lo dejaron colgado. Y basta ver la docilidad de televisoras, diarios y digitales a favor de Obrador, al extremo de que Televisa, Azteca, Milenio, Reforma, La Jornada y La Razón son motejados como “medios tapete” de AMLO.
Al tiempo.