Foto: Reuters El ministro Matteo Salvini abogó por "el fin del embargo" porque, a su juicio, los traficantes de personas "se arman como quieren" y "los únicos que quedan bloqueados son las autoridades legítimas y reconocidas"  

ROMA.- El objetivo del ministro de Interior de Italia, Matteo Salvini, es que los inmigrantes no crucen en pateras el Mediterráneo y, para clausurar esta peligrosa ruta, abogó ayer por levantar el embargo de armas a Libia para combatir a las mafias.

 

Salvini explicó en una rueda de prensa que este es uno de los puntos de colaboración acordados ayer en un encuentro en Roma con el vicepresidente del Consejo Presidencial del Gobierno libio de Unión Nacional en Trípoli, Ahmed Maitig, reconocido por la ONU.

 

El ministro abogó por “el fin del embargo” porque, a su juicio, los traficantes de personas “se arman como quieren” y “los únicos que quedan bloqueados son las autoridades legítimas y reconocidas”.

 

Por ello adelantó que la semana próxima se reunirá con el enviado de la ONU para Libia, Ghassan Salamé, pues pidió la “implicación” de la comunidad internacional y de la Unión Europea (UE).

 

“El objetivo es que no llegue más una sola persona en barcaza, que quien tenga derecho de llegar a Italia lo haga en avión, quizá hasta en primera clase”, sostuvo.

 

Por ello se congratuló de que no haya ninguna embarcación de “pseudoasociaciones humanitarias” frente a Libia, después de que decidiera cerrar los puertos italianos a las ONG que hasta hace poco rescataban inmigrantes en el Mediterráneo central, frente a Libia.

 

Maitig explicó que a la hora de hacer frente a este fenómeno “uno de los problemas más importantes” es que carecen de medios y armas a causa del embargo impuesto por la ONU en 2011 en medio de las luchas entre el régimen de Muamar el Gadafi y la oposición.

 

Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), vinculada a la ONU, en lo que va del presente año, 16 mil personas han conseguido cruzar solo por la llamada “ruta central”, que parte de Libia, y mil han muerto ahogadas.

 

Xavier Rodríguez