Foto: Especial Es la primera ocasión en la carrera de Kevin Anderson que llega a semifinales de Wimbledon, y la segunda en cualquier Grand Slam  

La jornada inició con un mal presagio para Federer, pues su duelo ante Kevin Anderson fue mandado a la cancha uno, y no al Estadio central de Wimbledon. Dicho honor fue para el encuentro entre Nadal ante Del Potro.

Siempre que salta a una cancha de césped, el suizo tiene que ser considerado el máximo favorito, pero ayer las cosas fueron distintas en la práctica. Conforme el partido se fue alargando, las piernas ya no le daban al número dos del ranking ATP.

Los dos primeros sets fueron conforme al guión: Federer se llevó los dos primeros parciales con relativa facilidad, y desde el tercero, comenzó el vía crucis para el helvético.

Las mangas tres y cuatro inclinaron la balanza del lado del sudafricano, que se veía agotado físicamente, pero mentalmente se encontraba en un momento magnífico. Incluso el ganador de ayer se quitó un match point en contra.

Federer llevaba 85 juegos de saques ganados (Tomas Berdych en el octavo juego del primer set de las semifinales del año pasado fue el último) hasta que llegó el gigante de Johannesburgo y le quebró.

Federer después perdió confianza. Su juego de ataque desapareció. Se quedó anclado en el fondo desde donde Anderson estaba fuerte, seguro y confiado en su seguro revés a dos manos con el que hacía correr al de Basilea.

Federer no se movía hacia adelante, no quería ir a la red. Para colmo cometió una doble falta, la primera suya en el partido, en el 11-11, bola de rotura, preludio de una derecha a la red, rotura mágica para el surafricano, que luego no falló a la hora de la verdad, para provocar la gran conmoción, el rey abandonaba su castillo.

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