Roma.- Los arrestos de esta semana de 33 miembros pertenecientes al clan de los Casamonica han demostrado que este grupo criminal de etnia gitana sigue expandiéndose en Roma con la venta de droga y la usura a golpe de amenazas y ostentando lujo.
La noticia en 2015 del funeral de uno de los patriarcas, Vittorio Casamonica, cuyo ataúd fue llevado en carroza tirada por caballos por las calles de Roma y un helicóptero que arrojaba pétalos de rosa, hizo conocer al mundo a los Casamonica.
Pero en la capital, todos conocen los negocios de esta familia de etnia gitana que llegó en los años 70 a la capital procedente de la región de los Abruzos y Molise.
Los romanos saben que venden droga, se dedican a la usura y conviven junto a sus mansiones barrocas, sus coches de grande cilindrada, su prepotencia y sus amenazas, pero nadie denuncia. Tienen miedo.
Así resulta en los testimonios y datos recogidos en las más de 1.000 páginas de investigación que ha durado varios años y que llevó al arresto el 17 de julio de 33 personas, en uno de los mayores golpes a ese clan.
Considerado “histórico” por el presidente del Observatorio para la legalidad y la seguridad de la región del Lazio (cuya capital es Roma), Giampiero Cioffredi.
Cioffredi explica a Efe la importancia de esta investigación ya que “por primera vez en las órdenes de detención de los miembros de esta familia se reconocía el delito de mafia”, pues hasta ahora eran considerados simples criminales.
Estamos hablando de cerca 1.000 personas afiliadas y una fuerza criminal que mantiene relaciones con la ‘Ndranghetta calabresa y la Camorra napolitana, destaca.
“Se han convertido en una de las organizaciones criminales mas potentes en Roma porque forman un grupo con base familiar y hasta ahora no se había roto el muro del vinculo interno. Se casan entre ellos y se emparentaban con otras familias como los Spada o los Di Silvio”, añade este experto.
Cioffredi se refiere a la importancia de que por primera vez alguien haya decidido colaborar con la Justicia y contar los secretos de este clan.
Se trata de una mujer, Debora Cerreoni, de 34 años, exesposa de Massimiliano Casamonica, y que siempre fue rechazada por ser “gaggia”, el despreciativo para quien no es gitano, y que tras años de violencia y para defender a sus hijos decidió huir y testificar.
En 2014 abandonó el clan para dar a sus hijos “un ejemplo diferente” y en 2015 se presentó a la policía para ayudarles en la investigación y contar todos los entresijos que han llevado a dar un vuelco a las pesquisas.
Ahora se encuentra en un lugar protegido con sus tres hijos.
“Yo no conozco una persona en Roma que se atreva a declararnos la guerra porque sabe que pierde. Cuando en Roma hablas de los Casamonica sabes que tienen un problema porque aquí nos conocen todos”, son algunas de las transcripciones de las escuchas incluidas en la investigación.
Uno de los arrestados y considerado el jefe del clan, Giuseppe Casamonica, que acaba de cumplir 10 años de cárcel, aseguraba: “A nosotros nadie nos viene a tocar las narices. A los albaneses les hemos roto todos los huesos y les hemos echado de aquí”.
Ciofreddi destaca que el poder de este clan reside en “el clima de sugestión y de silencio que han impuesto a los ciudadanos”.
“En la investigación se han recogido decenas de casos gracias a las escuchas de víctimas amenazadas, golpeadas y de personas que ante ello han seguido pagando durante años e intereses de hasta el 300 por ciento al mes de préstamos que les hicieron”, señala.
“Es la familia más peligrosa de Italia. Son animales que masacran a las personas. Yo ni bajo tortura los denunciaría”, es otro de los testimonios recogidos en la investigación de una de las tantas víctimas de usura.
Una operación en la que además de las actividades ilegales ha permitido abrir las mansiones donde viven ostentando un lujo barroco y kitsch, con sus piscinas, mármoles, estatuas de divinidades griegas, enormes tigres de cerámica, mobiliario de anticuario y decenas de cajas del mejor champán francés.
El patrimonio de los Casamonica está estimado en cerca de 100 millones de euros, pero cuando llegan las inspecciones fiscales resulta que no tienen recurso alguno ni poseen bienes.
Para Ciofreddi, este es uno de los grandes puntos de evolución del clan que ha conseguido realizar, al igual que el resto de grandes mafias, una importante red de testaferros y de sociedades ficticias para gestionar sus ganancias.
fahl