Durante la larga vida que tuvo como opositor, que terminó de manera aplastante el 1 de julio pasado, siempre se buscaba alguna similitud de Andrés Manuel López Obrador con algunos personajes históricos o contemporáneos del populismo.
Iba de manera pendular de la moderación de Luiz Inácio Lula da Silva al radicalismo de Hugo Chávez Frías. Pero siempre dentro de las fronteras de esos modelos nacionalistas, populistas de izquierda y de tendencia autoritaria.
En ésas andábamos cuando en la escena internacional irrumpió un personaje que vino a demostrar al mundo que eso del populismo no es un monopolio de la izquierda.
Donald Trump envolvió al número suficiente de electores en Estados Unidos como para llegar a la Casa Blanca, y con él se ha dado un cambio radical, no necesariamente para bien de ese país.
A la sospecha de similitudes de López Obrador con algunos de los peores se sumó la comparación con Donald Trump.
Ya no hace falta buscar parecidos entre ambos. El propio virtual Presidente electo se asume como alguien similar a Donald Trump.
En la carta firmada por López Obrador, dirigida al mandatario de Estados Unidos, y entregada en mano al secretario de Estado, Mike Pompeo, durante su reciente visita a México, el ganador de las elecciones festeja los parecidos.
Primero, en el texto hace un copy and paste de lo que está en sus libros, ésos que tantos millones de pesos le dan en regalías, pero justo al finalizar la misiva viene un cierre totalmente innecesario.
En un último párrafo, que espanta e incomoda a muchos en ambos lados de la frontera, López Obrador escribe a la letra:
“Me anima el hecho de que ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen predominante. Todo está dispuesto para iniciar una nueva etapa en la relación de nuestras sociedades, sobre la base de la cooperación y la prosperidad. Hagámoslo”.
De entrada, si a López Obrador le anima que Trump cumpla lo que dice, pues que vaya preparando la chequera del dinero de nuestros impuestos para pagar el muro fronterizo, porque eso fue lo que dijo el republicano.
López Obrador puede darse cierto lujo de ubicarse fuera del “establishment” porque hoy tiene un congreso a su servicio. Sin embargo, el Poder Judicial, los otros niveles de Gobierno, organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación y demás no están entregados a su causa.
Pero más allá del poder interno, presumir junto con Trump que desplazaron al régimen predominante no debe caer nada bien ni entre demócratas ni republicanos que tienen que avalar en el Congreso algún futuro plan conjunto México-Estados Unidos.
Pintar una raya y ponerse del mismo lado de Donald Trump no es precisamente la jugada más inteligente que puede hacer el virtual Presidente electo. Porque, aunque puedan quedar ellos dos, junto con Kim Jong-un y Vladimir Putin en el lado contrario del resto del mundo, lo cierto es que Donald Trump no tiene amigos, sólo muchos intereses personales.