Hace una tarde deliciosa. El mar brilla a estas horas. El verde es más verde y el azul comienza a difuminarse tomando una tonalidad más suave.
La playa en el sur de España está viva entre la multitud, los vendedores ambulantes – muchas, personas que viajaron desde África durante años hasta llegar a las costas españolas-, los animadores, los que rentan las motos acuáticas o los que venden refrescos y helados. Los niños juegan a hacer castillos de arena como si fuera la primera vez, aunque hayan hecho decenas de ellos. Eso demuestra la pasión que tienen y que tendrán cuando se hagan adultos y obtengan las maravillosas responsabilidades que ofrece la vida.
Sin embargo, he de decir que el servicio deja que desear. Lamento escribirlo porque España es mi país –junto con México, por supuesto– y, por lo tanto, lo amo. Pero eso no significa que quepa la crítica. Si vas a comer a un restaurante, tienes que esperar horas. Te sientas y comienza la otra letanía. No hacen caso los meseros con cara de tener el vientre perezoso, ni para pedir la comanda, mucho menos para solicitar un vaso de agua. No falta la voz del mesero que dice que enseguida te atiende. Eso sí, a la hora de pagar y sobre todo en el momento de dar la propina, cambian radicalmente como si estuvieran poseídos.
En ese aspecto tenemos mucho que aprender de México. Cada año que hemos ido –éste no fue posible–, nos hemos encontrado con una sonrisa permanente, con el “gracias” y “por favor” por delante, con un servicio envidiable en las playas más bonitas del mundo.
Y es tal vez el servicio más destacable. La atención y el cuidado son extraordinarios, tanto si dejas 20% o más porque se lo merecen, porque son auténticos profesionales para hacerte sentir bien, para hacer que la vida sea más fácil en periodo de vacaciones, que es cuando realmente se descansa.
Miguel Torruco, próximo secretario de Turismo, tiene un trabajo importante que hacer. El terreno lo tiene ya medio abonado con los adornos que le brinda a los turistas para visitar México. Es un experto en la materia que conoce a la perfección. En el campo del turismo, todo lo que ha hecho lo ha sabido hacer bien.
Le he visto, una y otra vez durante cerca de 30 años, cómo venía a la feria de turismo Fitur, una de las más importantes ferias del mundo. Y lo ha hecho con paciencia de joyero, diseccionando con el bisturí al enfermo para hacer de él un cuerpo sano.
Tiene muchos retos, pero uno fundamental: México debe convertirse en uno de los primeros países en turismo. Tiene toda la madera para hacer el fuego. Sólo falta prender la flama, y Torruco puede hacer que prenda. Es cuestión de paciencia y hacer bien las cosas. Torruco, de eso, sí sabe.