A Andrés Manuel López Obrador le faltarán contrapesos cuando sea Presidente y, de hecho, ya le hace falta un balance ahora que es el candidato ganador.
La reedición del viejo sistema priista está más que confirmada con el nombramiento de Manuel Bartlett como próximo director de la Comisión Federal de Electricidad.
Ya las designaciones del equipo completo del sector energético de López eran un reto al sentido común, pero Bartlett sí fue mucho más allá, incluso para aquéllos que han estado al lado del tabasqueño en todos estos años en que se empeñó en llegar al poder.
Hay dos niveles de preocupación por la nominación de este oscuro personaje. Uno que es muy de ellos, de las izquierdas mexicanas. Y otro que es de preocupación para los participantes del sector energético y de la población en general.
En su mundo de izquierda a la mexicana, Manuel Bartlett Díaz es uno de los personajes de peor memoria que puedan tener presente. A este salinista fiel al régimen priista antiguo se le debe lo que a la historia pasó como la caída del sistema.
No hay evidencias contundentes de que así haya ocurrido, pero para los grupos de la izquierda es una verdad incontrovertible de que Cuauhtémoc Cárdenas ganó las elecciones presidenciales de 1988 y que, para torcer el resultado a favor de Carlos Salinas de Gortari, el entonces secretario de Gobernación violó el cómputo electoral, argumentando una caída del sistema.
Ese personaje era Bartlett, y el grueso de los afectados por ese supuesto fraude han militado en la oposición que ciegamente han apoyado a López Obrador.
Hay una innegable traición a esos grupos tan fieles y en especial a la figura del ingeniero Cárdenas.
Eso es un asunto que esos grupos tendrán que arreglar. Lo más probable es que nadie se atreva a cuestionar en público la decisión de su gran líder. Pero para el resto de la sociedad, el nombramiento de este octogenario personaje sin experiencia técnica y con tanta carga ideológica sí puede ser un problema.
Una de las pocas grandes reformas estructurales que se le recuerda a Felipe Calderón fue la liquidación de Luz y Fuerza, una empresa desgarrada por la corrupción de su sindicato.
Hoy los primeros que se frotan las manos con la llegada de esta vieja, viejísima ala del priismo, son esos damnificados de las groseras prebendas sindicales. Ya vieron su regreso al dinero público.
Tanto este personaje como el resto de los que estarán al frente de la cartera energética comparten la carga ideológica de oponerse a la reforma energética y regresar al pasado.
Pero en el caso de Bartlett, ¿premio político por los favores recibidos desde el Senado de la República o futuros apagones para los opositores al sistema?
¿Dónde está la explicación en esta decisión de López Obrador que tan costosa le ha salido hacia dentro y hacia fuera de su movimiento?
El capital político y las expectativas que López Obrador ha generado son enormes; no vale la pena el desgaste con decisiones que realmente aportan muy poco comparado con lo que le quitan.