Esta semana comencé “Cómo mueren las democracias” (Crown, 2018), de los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, ambos de la Universidad de Harvard. Es tan puntual y revelador como inapelable y necesario; por lo mismo, aún no lo termino y ya siento que debo compartir algunas de sus ideas, sobre todo este cuadro con cuatro indicadores clave para reconocer comportamientos potencialmente autoritarios en políticos o partidos.

1) Rechazo a (o poco compromiso con) las reglas democráticas: ¿rechaza la Constitución o expresa su voluntad para violarla?; ¿sugiere medidas como cancelar elecciones, violar o suspender la Constitución, prohibir ciertas organizaciones o restringir libertades civiles o derechos políticos?; ¿busca usar o aprueba (o no rechaza) vías extraconstitucionales para cambiar al gobierno (golpes de estado, insurrecciones o protestas masivas)?; ¿intenta deslegitimar las elecciones, por ejemplo, rechazando resultados creíbles?

2) Negación de la legitimidad de los oponentes: ¿describe a sus rivales como subversivos u opuestos al orden constitucional?; ¿declara que son una amenaza para la seguridad nacional o el estilo de vida?; ¿describe (sin fundamento) a sus rivales como criminales cuyas transgresiones a la ley, supuestas o potenciales, los descalifica para participar en la política?; ¿declara o sugiere (sin fundamento) que sus rivales son agentes extranjeros que trabajan secretamente con o para otro gobierno, usualmente uno enemigo o rival?

3) Tolerancia o aliento a la violencia: ¿tiene lazos con pandillas armadas, fuerzas paramilitares, guerrillas u otros grupos que recurren a la violencia ilícita?; ¿patrocina o alienta ataques multitudinarios contra sus rivales?; ¿ha respaldado tácitamente la violencia de sus simpatizantes al no condenarla o castigarla sin ambigüedad?; ¿ha alabado (o no condenado) otros actos de violencia política, sean del pasado o en otras partes del mundo?

4) Disposición a reducir las libertades civiles de oponentes, incluidos medios de comunicación: ¿ha apoyado leyes o políticas que restringen libertades civiles, como leyes contra la difamación, que busquen expandir el término “calumnia” o leyes restringiendo la protesta, las críticas al gobierno o la actividad de ciertas organizaciones cívicas o políticas?; ¿ha amenazado con usar vías legales u otras medidas punitivas contra críticos en partidos rivales, en la sociedad civil o en los medios?; ¿ha alabado medidas represivas tomadas por otros gobiernos, sean del pasado o en otras partes del mundo?

Los autores mencionan que si un político cumple con al menos una de las características de los cuatro puntos, debe existir preocupación en la sociedad, pero sobre todo entre los partidos que se autodenominan “demócratas”, ya que ellos deben fungir como los porteros en la entrada de la democracia. Si este filtro da acceso a los autoritarios, se les legitima. Los Republicanos debieron “batear” a Trump cuando este destapó su discurso de odio; era razón suficiente. Pero ignoraron su responsabilidad y hoy el mundo es un lugar más hostil.

Levitsky y Ziblatt saben que no hay una única receta para el autoritarismo o sus pilotos más frecuentes, los demagogos. Por ello, eterna vigilancia no solo al actuar gubernamental, sino también a los pasos previos: candidatos; partidos; procesos internos; alianzas electorales; nexos empresariales; mecanismos de financiamiento; ramas juveniles de los partidos, etc.

Lo necesario para captar, si las hay, hasta la más pequeña evidencia de comportamientos que, en otros momentos y lares, entregaron el poder a los autoritarios y asesinaron a la democracia de una puñalada: “La historia no se repite, pero sí rima”, reiteran los profesores.

@AlonsoTamez

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