El Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, toma el bate y le pega a prácticamente todas las pelotas que le arrojan. Unas vienen llenas de oportunidad y otras de veneno.
Ante los padres de familia víctimas de violencia y, en particular, ante quienes han sufrido la pérdida de un ser querido, de entre la dolorosa nube del fenómeno de los desaparecidos, dice textualmente que “yo no tengo ningún compromiso con grupos de intereses creados, con ninguna mafia… Yo voy a estar siempre al servicio del pueblo…
Vamos a que se termine con esta pesadilla, con este dolor. Vamos a atender las causas que originaron la violencia”.
Los retos implican una compleja y variada dimensión. Solamente de esa intervención, frente a un padre que se desvanece y una variedad de voces de madres de desaparecidos que detallan su desgracia y la del Estado Mexicano, incapaz de poner un freno a la impunidad, se derivan una lista de pendientes.
En primer lugar, el Gobierno federal deberá precisar y validar el censo de los ausentes víctimas de la extendida inseguridad que se vive en el país. La suma de quienes fueron reportados por sus familias y de quienes pudieran ser realmente víctimas y no copartícipes de las violencias tendrá que ser sujeta de un proceso de depuración metodológica muy seria y creíble.
En segundo lugar, AMLO le llama la atención a muchas organizaciones cuya politización y celo mutuo ha obstruido el grado de su incidencia y eficiencia para el cumplimiento de sus propios objetivos.
En tercer lugar, la verificable carencia de complicidad con “grupos de intereses creados”, además del margen de la victoria electoral y el liderazgo ganado en la trayectoria a la Presidencia de la República, le concede a AMLO un amplio margen de verosimilitud que, sin embargo, deberá ser acompañado de la disposición a definir un plan concreto contra esos “intereses creados” que siguen surgiendo en la retórica política y que es necesario acotar normativa y prácticamente.
En cuarto lugar y con mayor precisión, la Secretaría de Seguridad y la próxima creación del Centro Nacional de Inteligencia o cualquiera que sea el equivalente al Cisen deberán contribuir a generar criterios para clasificar a las “mafias”; determinar protocolos de seguridad apropiados a la operación en que se combinen el ejercicio de la acción penal y formas de amnistía, así como fijar los compromisos específicos con los cuales se superará la oferta de Enrique Peña Nieto.
Tenemos presente que Peña ofreció la detención de un centenar de los principales integrantes del crimen organizado y detuvo a cerca de 90%. Sin embargo, no cesó la actividad criminal en la medida en que los espacios vacíos dejados por ellos fueron ocupados por sus representantes o los nuevos liderazgos de “las mafias”.
¿Y la pelota envenenada? Bueno, la que tiene que ver con una disposición de terminar con las violencias, la corrupción, comprometerse con el Estado de Derecho y lanzar un batazo cuyo sentido es el de considerar que “es un circo” la acusación y las evidencias de la Auditoría Superior de la Federación con respecto a Rosario Robles.
El veneno ciertamente es de origen interno al PRI y es en contra, desde hace años contra Robles, con las evidencias del caso. La autoridad, de tener plena vigencia, debería hacerse cargo.
Ante esas pelotas, mejor hacerse a un lado y adelantarse al umpire para gritar “¡bola!”.
@guerrerochipres