Foto: Marco Fragoso Massé En México, cada año mueren 24 mil personas en accidentes de tránsito relacionados por el exceso en el consumo de alcohol  

José Alberto Rojo tenía 27 años cuando sufrió un percance que cambiaría su vida. Salió de una fiesta en estado de ebriedad, y decidió manejar su moto de pista; instantes después ocurrió el siniestro que lo dejaría sin poder caminar.

A un año de ese trágico evento pide a la gente que si toma, no maneje.

Alberto recuerda únicamente los momentos previos al accidente y después el despertar en el hospital. “Salí de la comida familiar, y ya estaba muy alcoholizado. Me vinieron a dejar a mi casa, agarré mi moto de pista, aunque me dijeron que no me saliera… Es lo único que recuerdo”, narra.

Cuando José Alberto despertó, los doctores le dijeron que no iba a poder volver a caminar, lo que le causó tristeza, pero estaba consciente que era una consecuencia que iba a tener que pagar por la decisión de manejar bajo los efectos del alcohol. “La noticia fue muy dura y devastadora tanto para mi mamá, mi papá y mis dos hijos, pues estar con una discapacidad sería muy difícil”.

Asegura que sus padres, hermanos y sus hijos siempre lo han apoyado incondicionalmente en todo lo que necesita. “Tenía bastantes amigos, pero los amigos se fueron; en el hospital siempre estuvieron mi madre y mis hermanos”.

José Alberto trabajaba como mesero de un antro en la Ciudad de México, pero a causa del siniestro perdió su trabajo.

La adversidad no lo ha detenido, y actualmente, a sus 28 años, es chofer, y para llevar a cabo su empleo tuvo que realizar una adaptación al freno y acelerador con el fin de poder controlarlos con su mano derecha. También acaba de terminar la preparatoria mediante el examen CENEVAL.

Hoy sólo desea mandar un mensaje a todas las personas que manejan bajo los efectos del alcohol:
“Me gustaría que hicieran conciencia de que tomar y manejar es muy riesgoso, en que va a ser un cambio de vida si no entendemos, pero a pesar de que nosotros sufrimos, también hacemos sufrir a terceros, que son los que más padecen. Es un cambio de vida muy drástico, pues cuesta mucho trabajo hacer las cosas que acostumbrabas”.

“A mí me dijeron varias veces que no manejara tomado, y yo decía ‘a mí nunca me va a pasar’. Estás en la juventud y no te importa nada, pero ahora que ya me pasó les digo que tomen conciencia y valoren su vida”.

LEG